Alexitimia

Es difícil entender las emociones propias si no se cuenta con el vocabulario necesario. Por ejemplo, es posible que haya sentido awumbuk, un término usado en Papúa Nueva Guinea para describir una sensación de vacío después de las visitas se van de tu casa,  u orkaukokaipuu, palabra finlandesa para la nostalgia de un lugar que nunca has visitado - pero sin las palabras, incluso la persona más sensible e introspectivo puede luchar para identificar esos sentimientos. 

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Para algunas personas, sin embargo, las palabras no son el único problema. Se estima que un 10% de las personas tienen una condición llamada alexitimia, o una dificultad para describir sus sentimientos – y en un nuevo estudio publicado esta semana en Royal Society Open Science y destacado por STAT, los psicólogos descubrieron otra capa a la condición: También hace que sea más difícil para la gente entender su propio cuerpo, una habilidad conocida como interocepción.

“Las personas con alexitimia también pueden no saber si están enfadadas o simplemente acaloradas por que corrieron por las escaleras,” explica a STAT la autora del estudio, Rebecca Brewer, psicóloga de la Universidad de East London. “O si su corazón está latiendo más fuerte, porque acaban de beber una taza de café o porque sienten miedo.”

Los autores del estudio analizaron que tan bien pudieron 208 personas explicar sus estados físico y emocional en un momento dado. Para los estados físicos, los participantes fueron calificados con declaraciones como “con frecuencia me olvido de comer” y “Siempre sé cuándo estoy a punto de vomitar”; para los emocionales, “Puedo decir cuando estoy enamorado por la forma en que me siento por dentro” y “Es difícil decir si voy a aburrirme con una tarea.”

Los investigadores descubrieron que la relación entre las dos categorías fue significativa. “Por lo tanto, sugerimos que en vez de estar específicamente asociada con insuficiencia afectiva, la alexitimia está mejor caracterizada por un fallo general de interocepción”, escribieron.

El hallazgo es un recordatorio intrigante de que las emociones son físicas también – que la forma en que usamos las sensaciones corporales para hablar de sentimientos, como la quemadura por la ira o el cálido resplandor de felicidad o una sensación de frío de temor, son algo más que una idiosincrasia lingüística.