Columna GUELERO URBANO por José Luis Rodríguez Chávez
Ciudad Juárez, hoy solo Juárez a secas, forjó una gran fama en las últimas décadas del siglo anterior por las desapariciones y asesinatos de mujeres. En los noventas (1993) se generó mediáticamente, las notas y denuncias de estos hechos. Los cuales eran ya escandalosos en 1995.
Hubo varias voces de mujeres que señalaron a las autoridades, de estos hechos. Que exigían justicia y “ni una más”. Juárez se convirtió a nivel internacional, antes de cerrar el siglo XX, como la ciudad del terror hacia las mujeres. Muchas de ellas y sobre las semanas, meses y años, fueron encontrados sus cuerpos putrefactos u osamentas.
De estos hechos se ha escrito libros (Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano. Un libro de Diana Washington) y cintas cinematográficas (Las muertas de Juárez, protagonizada por la cineasta Jennifer López) Legisladoras y asociaciones civiles, exigieron a los gobernantes en turno de los diferentes niveles de gobierno. Las muertes continuaron a pesar de estar en prisión, culpables o “chivos expiatorios”, Abdel Latif Shariff (fue el primero); le seguiría el grupo de jóvenes “Los rebeldes”; la foca y el cerillo y varios más. Casos de niñas desaparecidas y más jóvenes, convocaron a manifestaciones.
Algunas de ellas forzadas y con acarreados, como la convocada por la legislatura LIX del congreso chihuahuense (1998-2001), acarreando estudiantes de secundaria y preparatoria. Esta manifestación con la participación de cinco mil estudiantes y maestros, aproximadamente, con legisladores del PRI, PAN y PRD, a la cabeza. Quizá esta acción y mitin, sería la que más participantes tuvo. Otras sin lograr reunir un par de centenar de participantes (normalmente familiares y amigos de las desaparecidas o asesinadas).
Las muertas de Juárez o los feminicidios, es como se bautizó a esos casos. Lugares como las orillas de las zonas urbanas al sur Oriente de la ciudad (zacate blanco, kilómetro 20) se convirtieron en tumbas clandestinas, más delante se extenderían a otros sitios, hasta llegar al valle de Juárez. Las autoridades federales en el gobierno de Felipe Calderón, fueron sentenciadas por organismos internacionales a cumplir sentencias. En noviembre de 2007 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos presentó una demanda contra los Estados Unidos Mexicanos a partir de la cual se inició el presente caso.
La petición inicial fue presentada ante la Comisión el 6 de marzo de 2002. La Comisión solicitó a la Corte que declare al Estado responsable por la violación de los derechos consagrados en la Convención Interamericana de Derechos Humanos en los artículos 4 (Derecho a la Vida), 5 (Derecho a la Integridad Personal), 8 (Garantías Judiciales), 19 (Derechos del Niño) y 25 (Protección Judicial) de la Convención, en relación con las obligaciones establecidas en los artículos 1.1 (Obligación de Respetar los Derechos) y 2 (Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno) de la misma, y el incumplimiento de las obligaciones que derivan del artículo 7 de la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer o Convención Belém do Pará.
Uno de esos compromisos fue la construcción de un monumento en donde fueran terrenos del campo algodonero, sitio donde se encontraron ocho cuerpos de mujeres, secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas. Muchas historias hay al respecto, muchas mujeres desaparecidas, ¿cientos?; ¿cuántas? Hoy se tienen documentadas y contabilizadas a muchas de ellas por las autoridades y fiscalías creadas para investigación y denuncia de estos casos. Las cuentas continúan acumulándose. Y como en algún momento lo señale, la sociedad, solo hace ruido, cuando hay un feminicidio más, una muerta más, de casos aislados.
Porque de la desaparición cotidiana de mujeres, nadie dice nada. Ni una más, es el eco que recorre las calles de Juárez.
José Luis Rodríguez Chávez