Una dama en el cuadrilátero y amante de la poesía

Laura Serrano peleó para que en los años 90 la mujer pudiera subirse a un cuadrilátero en territorio mexicano. En el camino tuvo que enfrentarse a muchas negativas

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La poesía en los puños, las ganas de subirse al ring en los años 90 siendo mujer, la injusticia de lavar los platos de los cuatro hermanos, “¡porque eres mujer!”, el viajar a un país extraño sin el mánager, regresar al mismo territorio sin papeles, escribir poemas en inglés, leerlos frente a Jaime Sabines, llorar arriba y abajo del cuadrilátero, a veces con los labios pintados, otras ocasiones con la sangre escurriendo,  el sueño frustrado de ser la primera mujer en ponerse los guantes y subirse a un ring en territorio mexicano. Laura Serrano y las ganas de comerse el mundo entre las cuerdas, aunque los propios paisanos le cerraran las puertas. ¿Quién fue Laura Serrano en los años 90? La primera campeona del mundo mexicana a quien se le prohibió pelear en nuestro país. ¿Cómo le decían?… ¡La Poeta del ring!

Lejana, en el tiempo y la distancia, Laura Serrano recuerda las injusticias que le deparó la vida en México, por la simple razón de ser mujer.

Las diferencias comenzaron en una casa con cuatro hermanos varones, mucho antes de que a Laura se le ocurriera subirse a un cuadrilátero.

Me negaba a servirles de comer, a lavar sus platos. ¿Por qué siempre tengo que atenderlos?, respondía, sin levantarme de la mesa. La respuesta de mi madre era ¡porque eres mujer! Me recriminaba cuando no le hacía caso y se levantaba para lavar los platos de todos. Se me hacía injusto que ellos jugaran, mientras yo tenía que hacer tareas en la casa”.

Esa respuesta (“¡porque eres mujer!”) se repitió en la escuela, cuando Laura quiso jugar futbol en el patio y con los chicos. Hasta el profesor le dijo que estaba equivocada y, cuando lo logró, miraba cómo los chamacos se pasaban la bolita sólo entre ellos. “Hasta que un día, jugando coladeritas, les demostré que sabía jugar con el balón.  Entonces me registraron en el equipo”.

¿Y en el box, Laura? “Me encontré con una sociedad machista. Hasta mi mamá me decía: van a creer que eres marimacha”.

Estudiante de derecho en la UNAM, Laura comenzó a ponerse los guantes cuando observó que había jovencitas pegándole al costal, sin perder la delicadeza.

La cosa es que Laura fue más allá. Tanta fue su pasión por el boxeo que buscó ser peleadora profesional en un país en el que no había espacio para el llamado sexo débil. No, arriba del ring.

Un boxeo amateur sin exámenes médicos, con baños malolientes, poca luz en los gimnasios, escupitajos en el suelo, en la clandestinidad y con rivales de distintos pesos y medidas. En donde aficionados varones se presentaban motivados por el morbo de mirar a dos mujeres dándose en la madre.

Luego tuve la oportunidad de entrenar en el gimnasio de Nacho Beristáin, quien en un principio no me aceptó. Muchas veces intercambié golpes con hombres en los encordados y algunos se olvidaron que yo era mujer. Terminaba con los labios sangrados”.

Eran los tiempos de JC Chávez. “Yo quería pelear en un programa en el que estuviera el campeón.  En el 98 estuve a punto de lograrlo. Chávez me incluyó en el programa. ¡Pelearíamos dos mujeres en la Plaza de Toros México! El problema es que Julio César se lesionó y la pelea se pospuso. Cuando se hizo la función, se había dado el cambio de gobierno y los que llegaron no me otorgaron el permiso. Una mujer no puede pelear arriba del ring en el país, dijeron”.

Entonces, la mexicana buscó fama y fortuna lejos de su terruño. Y lo hizo sin su mánager, porque el tipo en cuestión tenía miedo de acompañarla y que las autoridades del boxeo en México le quitaran su licencia como represalia.

En Las Vegas enfrenté a la campeona del mundo, Christy Martin (31 combates, 21 ganados por nocaut y sólo una derrota). Decían los conocedores que yo iba como carne de cañón, en un país con idioma extraño, sin mánager y sin nada que perder. Sólo JC Chávez  pensó que yo podría derrotar a ‘esa pinche güera’, como el campeón decía”.

Antes de que Jimmy Lenon Jr. anunciara el empate, que favoreció a la campeona, “Christy tenía los ojos morados y le sangraban la nariz y la boca; a mí me sangraba ligeramente la nariz, y la escasa gente que estaba en la arena (mi pelea era de las preliminares) aplaudía complacida y emocionada”.

Laura siguió su carrera en el extranjero, mientras luchaba porque la mujer mexicana pudiera subirse al ring en su país. Abogada de profesión, Laura Serrano García consiguió que las puertas del boxeo mexicano se abrieran. Fue algo irónico, porque a ella no le tocó.

Regresé a México en 2011 y quise pelear en León. La Comisión de Box del DF me dijo que no me darían la licencia. Ya estás vieja, me dijeron. Yo tenía 34 años y estaba cansada de batallar más abajo que arriba del ring. Los salarios que conseguí como peleadora profesional eran muy bajos a comparación de  lo que ganaban los varones. Decidí que no valía la pena batallar más con los guantes puestos”.

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¡Regrésate a tu pinche país!”. El recuerdo de aquella frase en labios de una gringuita rubia que también se ponía los guantes habría sido suficiente para mandar todo al carajo y volver al Distrito Federal. Laura soportó eso y más.

En un principio no hablaba inglés, no tenía papeles para estar legalmente en Estados Unidos y mucho menos dinero. La gringuita estaba molesta por que yo era mexicana y me quería golpear abajo del ring. Aguanté muchas cosas: soledad, discriminación, dormir en el piso, maltrato. Tenía pasión por el boxeo y entendía que tendría que intentarlo en un país donde estuviera permitido que una mujer se subiera al cuadrilátero”.

Cuando fue nominada para el Salón de la Fama del boxeo, la galardonada fue Laila, la hija de Muhammad Ali.

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Un periodista mexicano la bautizó como La Poeta del Ring. “Desde chica escribo poemas. Me gustan Sabines y Neruda”. También ha recitado a Amado Nervo y Mario Benedetti.

¿Y quién puede afirmar que la poesía es sólo eso y no más? Dolor, agresión, sangre, sudor, valor, conmoción, sufrimiento; no sólo amor. ¿Qué hay del desamor, la traición, el rencor? Poesía en los puños, versos, dolor; poesía con sangre, valor; poesía en el llanto, pundonor, sudor, coraje, dolor”.

GOLPE A GOLPE

Dieciocho años de bregar, de abrir brechas a machetazo puro, trece de ellos de manera “profesional”, y a cambio, ¿qué? Dos campeonatos del mundo y un campeonato intercontinental; pasar a la historia deportiva como la primera mexicana y latinoamericana en ostentar un campeonato mundial de boxeo y como la responsable de que un reglamento violatorio de garantías individuales fuera modificado para darles legalidad a los combates profesionales de boxeo entre mujeres en la Ciudad de México.

¿Y qué más? Conocer otros países, incluso vivir fuera del propio (a veces ilegalmente) por casi cinco años, desdoblar el rostro y los puños para combatir, sobre todo fuera del ring. ¿Dinero, acaso? En absoluto. La bolsa ganada por la pelea de campeonato mundial en Las Vegas, Nevada, el jueves 20 de abril de 1995, frente a la irlandesa Deirdre Gogarty, fue tan sólo de dos mil dólares. La percepción económica más “jugosa” ha sido de siete mil 500 dólares, en una pelea a ocho rounds en la que enfrenté a la estadunidense Isra Girgrah, quien ostentaba blasones como cuádruple campeona del mundo y no logró vencerme en el ring, pero a quien los jueces ayudaron para que yo perdiera mi calidad de invicta después de más de nueve años. ¡Ni lo que me pagaron valió la pena!

Jamás en toda mi carrera he recibido siquiera un patrocinio en mi país. Me acerqué a buscarlo a una cervecería, a una tienda de ropa deportiva e incluso a una librería de reconocido prestigio; el esfuerzo siempre fue infructuoso.

Lo que me mantiene firme y me ha permitido trazar, dibujar y desdibujar batallas en el ring y fuera de él no ha sido precisamente el dinero, sino un ingrediente intangible, invisible y al mismo tiempo palpable, perceptible, poliforme y multicolor: la pasión. Ése es el motor que da energía, movimiento, continuidad, fuerza, espíritu y alma a lo que hago: boxear.

Boxear siendo mujer; boxear en una sociedad en la que el sexo femenino todavía es símbolo de delicadeza y debilidad; boxear “invadiendo” un terreno exclusivo e impunemente masculino; boxear siendo pionera; boxear casi sin antecedentes, sin un sendero previamente trazado; boxear simplemente, golpear, vencer, golpear, sudar, golpear, sangrar, golpear, llorar, golpear, luchar, golpear, respirar, golpear, crecer, vivir sin más, golpe a golpe.

* Tomado del libro La Poeta del ring, de Laura Serrano García. Septiembre de 2009.