HAY IDIOTAS 

Columna REFLEXIÓN PERSONAL

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Por Luis Villegas

El título de estas líneas me gusta porque recuerdo un grito estentóreo que, de tarde en tarde, atravesaba el barrio donde crecí: “¡haaaay eloteeeessss!”.

Así de simple: hay idiotas.

En esta vorágine de odios y desencuentros que parece consumir al Estado de Chihuahua, particularmente al PAN, no falta quien sostenga, como legítimos, los excesos del Gobierno estatal y sus corifeos. Flaca memoria de la historia reciente por parte de quienes piensan que Maderito y sus aspiraciones pueden prosperar sobre la base de los infundios que la afiebrada imaginación de un puñado de sumisos fanáticos, dispuestos a todo con tal de medrar, ha ido construyendo en los últimos meses.

Como marco contextual y ejercicio nemotécnico, valdría la pena considerar que el signo de la actual administración ha sido el acoso y la persecución políticos. Hagamos memoria.

Allá al principio, no sólo por malas artes se removió al Presidente del Tribunal Superior, Lic. Gabriel Humberto Sepúlveda, también se impuso al ilustre florero, don Lic. Julio César Jiménez Castro. Luego obligó a renunciar al Auditor Superior del Estado, Jesús Esparza, para imponer al Contador Armando Valenzuela y después, de nuevo, obligar a renunciar al Contador Ignacio Rodríguez.

En ese ejercicio político propio de un chivo en cristalería, en un lapso menor a dos meses, se obligó a renunciar al Presidente del Tribunal Estatal Electoral, Lic. César Wong Meraz; y se consumó el cese del Presidente del Instituto local de transparencia (ICHITAIP), Lic. Rodolfo Leyva Martínez.

De esta manera, ¿por qué creer, ahora, que alguna de las fiscalías estatales actúa con apego a derecho —y está probado que no—, fuera de un marco de acoso y persecución políticos?

La cronología de esta persecución es igualmente clara y evidente:

  1. En fecha primero de julio de 2020, durante una transmisión del Canal 28, en entrevista con ese medio, el Lic. Javier Corral Jurado, Gobernador Constitucional del Estado de Chihuahua, manifestó entre otras cosas, que la actuación de la Alcaldesa del Municipio de Chihuahua era “virulenta” y “muy mentirosa”.[1]
  2. Campaña de desprestigio que continuó imparable, hasta llegar a las acusaciones públicas, también indemostradas por carecer de pruebas, de actos de corrupción; como es la afirmación por parte del Gobernador del Estado, Lic. Javier Corral Jurado, de que la corrupción de Duarte la alcanzaba.[2]
  3. El esquema anterior se ha repetido una vez y otra; lo que revela una actitud constante, reiterada y contumaz; y demuestra de manera fehaciente el uso del aparato estatal para emprender una persecución política y mediática.[3]
  4. Persecución a la que se deben sumar desplantes y groserías por parte del Gobernador en perjuicio de la Presidenta Municipal. El 14 de julio el Gobernador, literalmente, declaró que no se reuniría con ella “a solas”. En dicha declaración, el Gobernador enfatizó, asimismo, “que sus diferencias ‘con Campos’ no afectan la relación interinstitucional”.[4]
  5. Pese a las declaraciones anteriores sobre el respeto interinstitucional, el 1.º de agosto de 2020, el Gobernador recibió al Embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, para realizar una agenda de trabajo conjunta en la capital del Estado; no obstante el claro objeto de la visita relativo precisamente a labores conjuntas en la Capital, la Alcaldesa no fue convocada.[5]
  6. En el colmo del abuso, hace menos de un mes, de manera ilegal, el Gobernador Javier Corral hizo partícipe a un tercero, Marko Cortés Mendoza, de información privilegiada y confidencial a su disposición,[6]aderezándola con un montón de calumnias.
  7. Más aún, esa persecución propició la concesión de un amparo para que el Gobernador Corral se abstuviera de seguir violando, en perjuicio de la Presidenta Municipal, la presunción de inocencia que la favorece.[7]

Sobre estas bases, ¿por qué creer, ahora, en el dicho del Gobierno? Basta ese breve recuento para descalificar cualquier pretensión de una procuración de justicia imparcial en Chihuahua. No existe un solo indicio de que el titular del Ejecutivo actúe apegado a derecho o cualquiera de sus dichos se ajuste, así sea un poco, a un mínimo de verdad.

Quien sigue al titular del Ejecutivo en ese delirio continuado se hace reo de las mismas culpas. No existe una sola justificación para consentirlo o tolerarlo, excepto, un desmesurado afán de poder; y, lo que es peor, una ingenuidad digna de concurso por pensar que pueden vencer en una contienda interna para la cual no están preparados y les falta lo único que necesitan: votos suficientes.

¡Ay! ¡Idiotas!

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Luis Villegas Montes.

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