EL 2020 SE VA, PERO EL EFECTO COVID SE QUEDA

Columna LA OTRA ORILLA

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Por Claudia Vázquez Fuentes

“En realidad a mayor sabiduría, mayores molestias; cuanto más se sabe, más se sufre” (Eclesiastés. 1 -18) desde tiempos remotos las grandes mentes han coincidido en la expresión de esta paradoja como el resultado de la desilusión salpicada de frustración que surge al acceder a un estado superior de conocimiento. Filósofos, pensadores y guías espirituales han pasado por este desierto en el que equiparan al conocimiento con sufrimiento y a la ignorancia con la felicidad.

Esto viene a cuento porque a pocos días para finalizar el 2020 es casi inevitable echar un vistazo a lo que ha sido este año y mirar hacia el que está próximo a llegar. Una especie de inventario y proyección como una forma de exorcizar los demonios presentes.

Recuerdo que a pesar de que hace un año el coronavirus ya dominaba las portadas y titulares de los principales medios de comunicación y se dejaba sentir la preocupación de la comunidad científica. Una pandemia mundial parecía tan lejana. China, Wuhan mismos parecían existir en otro plano en otro mundo. Pero nada es más fuerte que la realidad, el destino nos alcanzó y ahora a punto de cerrar la cortina la pesadilla se mantiene.

Durante este año, gobiernos, instituciones, academia, empresas y ciudadanos de los más diversas e increíbles ideologías han sostenido un intenso debate. Negacionistas, conspiracionistas, preparacionistas, pro alienígenas, escépticos, seguidores del new age, cientistas, tecnólogos, Covidiotas y creyentes de   la instauración de un nuevo orden económico, toman los foros y dan rienda suelta a todo tipo de teorías, explicaciones y soluciones.

Pero más allá de lo que cada uno quiera o pueda creer, hay verdades que no se pueden soslayar, como es el hecho de que la pandemia marcará un antes y un después en nuestras vidas. Muchos cambios no serán de manera abrupta como lo es el uso de mascarillas, la sana distancia y la regulación de actividades y eventos masivos.

La mayor parte de los cambios que habrán de venir serán de manera gradual, muchos de ellos imperceptibles, pero la nueva normalidad ha llegado para quedarse. Quizá muchos de nosotros en algún momento hemos leído como si se tratara de ciencia ficción aquellos teóricos del futuro que vaticinaban que la moneda circulante tenía los días contados, lo mismo que las grandes torres de hormigón, con miles de trabajadores dentro, para grandes corporaciones, las cuales irán cediendo su espacio a otro tipo de uso y a disminuir sus construcciones.

Los mismo para los que creían que actividades personales y grupales más variopintas hechas a distancia, pasaba solo en caricaturas para niños. Mírennos aquí, a casi un año de trasladar escuelas, oficinas, consultorios, tiendas, cines y teatros a casa. Como nada es eterno y la vacuna ya está aquí (aunque tengo serias dudas en cuanto a la capacidad de aplicación en México) las defunciones y contagios alcanzarán parámetros aceptables de salud.

Los cambios se quedan y prepárese porque vienen en cascada. La mascarilla será un “must” en nuestros artículos personales, lo mismo que la higiene y la sana distancia. Lo interesante se pone con temas más intangibles de forma inmediata como lo es el uso de dinero. La tendencia a nivel mundial de implantar como moneda de uso el dinero plástico, a través de diversas plataformas electrónicas, tarjetas de crédito, pago en línea.

El papel moneda y el uso de metal es cada vez menos opción para los grandes actores económicos y ellos ya se están encargando de sacarlos de nuestra vida.

Las jornadas laborales en modalidad de “home office” serán cada vez más parte de nuestra cotidianidad y forma de trabajo con todas las ventajas que esto representa y de cuales ya se había escrito a finales del siglo XX pero que no parecía pudieran alcanzarse en las primeras décadas. El trabajo en casa, además de suponer una reducción para las empresas en gastos de energía eléctrica, telefonía, gas y agua. Representa un ahorro mayor en espacio, con todo lo que esto conlleva. Ya no será necesario las enormes ciudades oficinas. Lo cual permitirá bajar la presión demográfica a las ciudades, pues ante la oportunidad de laborar desde casa muchos optarán por vivir en lugares más alejadas del centro urbano, esto especialmente en las capitales y grandes ciudades.

Los desplazamientos por motivo de trabajo se reducirán y con ello, los vuelos y el sector de turismo ejecutivo, en cambio el turismo de placer toma un giro hacia destinos más ecológicos y sustentables en grandes espacios y sin tanta aglomeración.

Solo estos últimos elementos pueden suponer un respiro al medio ambiente. Los cambios serán de carácter de espacial, conductual y económico. El sentido del espacio personal tomará una gran importancia y el “touchless” estará completamente integrado en nuestras interacciones. No solo al limitar el contacto físico con las personas, sino también con los objetos, la tecnología cada vez requiere de menos contacto. Además de que la identidad digital, será nuestra huella a nivel mundial gracias al escaneo biométrico.

Sí, se perderán millones de empleos en todo el mundo, pero como ya ha pasado en el mundo, los trabajadores con mayor capacidad de adaptación podrán reconvertir sus actividades laborales. Ya vimos el gran negocio que supone el comercio a través de internet, los servicios en casa, las plataformas de reuniones ejecutivas y la seguridad cibernética.

Pero volviendo al inicio de este escrito, ¿dónde entra aquello de que entre más se conoce más se sufre? Bueno, en que en gran medida las grandes transformaciones que veremos en el mundo estarán basadas en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Hablar de un futuro que se antoja hoy, en un país que reduce su inversión en ciencia, tecnología, investigación y educación. Nos acerca directo a la desgracia.

El modelo de gobierno actual prefiere la felicidad de sus ciudadanos que su competitividad. El presidente de la Republica ha hablado ya en varias ocasiones del indicador “del bienestar”. Ha preferido llevar conformidad a su pueblo, antes que abrirle los ojos. Quizá porque en su benevolencia, nos prefiere ignorantes, pero contentos. Solo aquellos que entienden los grandes retos que YA nos exigen el nuevo mundo sufren al ver lo lejos que estamos de ello. Sufren de saber que los problemas del Covid, no acaban con el calendario que las previsiones económicas son realmente alarmantes, que las políticas federales en nada incentivan la pronta recuperación, que vamos en la cabeza de los países con mayor tasa de mortalidad por contagios, pero a la cola en PIB destinado a paliar la crisis. Que el crimen y la violencia ha roto todos los indicadores habidos y por haber.

Solo aquellos que conocen sufren por el colapso total de la salud, por los niños con cáncer para quienes no hay medicinas, por todos aquellos que no cuentan con una protección sanitaria privada o tienen que vérselas con el Seguro Social. Aquellos que poseen el conocimiento de tener una empresa privada y sacar adelante a los empleados, el pago de impuestos y los miles de requerimientos burocráticos, además de ser competitivas sufren en un país que sataniza a los generadores de riqueza.

La sabiduría hace llorar a quienes tienen conciencia de lo lejos que están nuestros centros de educación superior de los modelos educativos de primer mundo.

 Ante tremendo reto hay quienes prefieren conocer, indagar, leer e investigar, aunque esto les cause pesar, mientras otros optan por celebrar las posadas, reunirse en estas fiestas y liarse a golpes por un par de pasteles. El bendito libre albedrío; sufrir o gozar. ¡Felices fiestas!