CON EL APAGÓN 

 Columna UNA REFLEXIÓN PERSONAL

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Por Luis Villegas Montes

Andaré melancólico, nostálgico o simplemente tarugo (más), pero el caso es que, con este, van dos de estos mis desahogos semanales con sendos títulos que aluden a esa música ochentera que, lo que es a mí, me agarró a destiempo pero con mucha enjundia.

Me imagino que, como la vez anterior, el título bastó al posible lector para hacerse una idea meridiana de por dónde venían los tiros; pues sí, esta semana no hay forma de sustraerse a lo ocurrido este fin, cuando nos amanecimos con la estridente noticia de que no había energía eléctrica y, por ende, para algunos, no hubo agua caliente, ni calefacción, ni Wi-Fi, ni teléfono, ni algunas de las comodidades que caracterizan la vida moderna.

Es decir, tuvimos un atisbo de esa vida maravillosa que nos prometen palabras evocadoras, exóticas, pintorescas y cosmopolitas, como “Cuba”, “Corea (del Norte)” o “Venezuela”; países todos que constituyen el caro paradigma de nuestra Cabecita de Algodón y sus huestes.

La respuesta oficial, a cargo de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), fue, como era previsible, que ellos no tienen la culpa, que el gas se congeló en los ductos, que Texas también está a oscuras, etc. Los más sofisticados en la Cuatroté, le echan la culpa a la reforma energética de Peña Nieto e incluso a Felipe Calderón; “La política energética en los gobiernos de Felipe Calderón y Ernesto Peña Nieto causaron que la dependencia del México del gas estadounidense, lo que derivó en un gran apagón”.[1] ¡Tómala!

Supongamos que es cierto; supongamos que sí, que Calderón y Peña fueron un par de imbéciles cuyas políticas energéticas derivaron en un desastre; aun en ese supuesto, la Cuatroté ha tenido treintaidós meses para enmendar esos yerros o, por lo menos, para sentar las bases tendientes a solucionarlos. Desde el día siguiente a aquél en que ganó, como Presidente electo, AMLO estaba obligado a prever esta y cualquier otra contingencia energética y generar una política pública cuyo objetivo primordial fuera solucionarla, ponerla en vías de solución o, por lo menos, mitigar sus efectos nocivos. No lo hizo.

Vale madres si Peña, Calderón o el Espíritu Santo se coludieron para dejar sin luz a millones de mexicanos a lo largo y ancho del país; lo relevante, es que quien estaba obligado a resolver el problema fue omiso en su deber. Esa defensa, por idiota, por tardía, por reiterativa, por inútil, por equívoca, a nadie sirve; y cualquiera, cualquiera, que insista en ese argumento es poco menos que un tarado.

Las tropelías del pasado no pueden continuar siendo la excusa de la administración actual; y al día de hoy, no haya un solo yerro del gobierno —y tiene muchos— que no pretenda atribuírsele al pasado o a la oposición. Eso, por no hablar de la enorme cantidad de mentiras que, a diario, se endilga y nos endilga a todos. ¿No me cree?

Hace casi dos años, en el mes de diciembre de 2019, AMLO prometió en redes sociales, literalmente, “que no habría apagones en el país”;[2] justo un año más tarde, en 2020, después del apagón de diciembre, categórico, El Cabeza de Pañal sin Usar afirmó: “el apagón ocurrido este lunes y que afectó a más de 10 millones de mexicanos ‘no se volverá a repetir’”.[3] ¿Y qué dijo respecto del apagón del pasado fin de semana? ¡Sí! Si usted respondió: “volvió a mentir”, usted acertó por completo. En el colmo del cinismo, el vejete hipócrita afirmó que el apagón solo había afectado a “400 mil usuarios”.[4] La CFE debió salir a desmentirlo y admitir que los afectados habían sido más de un mil por ciento superior a dicha cifra, misma que se calculó en ¡5.9 millones![5]

Total, como cantaba Yuri: “Si el peligro estaba arriba, acá abajo la cosa andaba peor”.

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Luis Villegas Montes.

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