Desde inicio, el Municipio y organizadores de la feria se avocaron a implementar una serie de medidas de seguridad en prevención del COVID 19, las cuales pasaron de ser una medida para acatar obligatoriamente, a una acción en donde ahora son los mismos ciudadanos que acuden respetando todas las indicaciones y acceden gustosos a la inspección al entrar a las instalaciones.
El primero filtro sanitario se aplica en la fila de entrada, cuando pasan a entregar su boleto de acceso se les toma la temperatura y se les aplica gel antibacterial. Una vez entregado su boleto, los guardias de seguridad verifican que entren con cubre bocas, de no traerlo, se les pide que adquieran uno pues de lo contrario no se les dará acceso.
Ya en el interior, cada módulo de la feria cuenta con gel y se les dice que solo para consumir algún alimento o bebida se lo pueden quitar.La variedad y modelos de tapabocas eran variables, iban desde los K 95 a los de clásicos utilizados en los hospitales, ya sea en azul, blanco o negro. Incluso, algunos jóvenes y señores traían pañuelos cumpliendo la función del cubre boca. La idea era cumplir con el requisito de protección sanitara.
A opinión de muchos asistentes, les parecía curioso el hecho de que antes abundaban los vendedores de dulces y diversos objetos afuera de las instalaciones de la feria, y ahora esos espacios eran compartidos con los comerciantes de cubre bocas.
Ante estas medidas y, de cierta manera, ya una cultura más arraigada por el uso del cubre bocas, se apreciaban a los cientos de asistentes a la feria más seguros y confiados en pasear por toda las instalaciones, así como de disfrutar los antojitos mexicanos y del espectáculo diario que ofrecen los artistas en el Teatro del Pueblo.