Por Claudia Vázquez Fuentes
Primero fueron un par de productos: el tomate, los huevos, la leche, otro poquito más en el tanque de gasolina. Será la temporada, la tienda, el negocio, o que de plano no es mi día, pero luego ese par de productos se fueron convirtiendo en toda la canasta básica, en todo el supermercado en cada pequeña compra, en cierto desasosiego de sentir que de pronto le había brotado un agujero negro a la cartera y la inquietud de no saber a ciencia cierta a dónde iba a parar el dinero.
Algunos economistas y analistas comenzaron a advertirlo, a dedicarle artículos y comentarios, luego vinieron las alertas naranjas, rojas, hasta hoy que se han prendido las torretas que nos han sacado de ese estupor a medio sueño, con el duro golpe encontrarnos sumidos en la peor inflación de los últimos 20 años.
Si bien, en México, la inflación es tan constante que, acostumbrados a ella, pasa casi desapercibida, o ya la damos por sabida, pero la situación actual empieza a ser alarmante, el índice de precios al consumo se mantiene en línea ascendente y la capacidad adquisitiva se desploma.
La maltrecha economía mexicana de mal en peor, si bien el contexto internacional no pasa por su mejor momento. En el caso específico de Estados Unidos con un débil desempeño en lo que va del 2021, con una amenazante inflación, el repunte de casos Covid así como el imparable alza en los combustibles, no son en ningún momento un consuelo.
El dólar imparable y una inflación que alcanzó un 7.05% anual en la primera quincena de noviembre, la más alta registrada desde el 2001, donde la mayor escalada de precios se presenta en alimentos, energía eléctrica y combustibles, sin duda todo ello una peligrosa mezcla para la situación de los mexicanos que además de la violencia, la falta de medicamentos, la política criminal en materia de salud de este gobierno y las tremendas desigualdades, la inflación siempre ha sido uno de los elementos presentes en todos las grandes agitaciones sociales.
Más allá de las explicaciones macro económicas y los efectos que esta acarrea a Estado y entes productivos, la inflación es totalmente adversa para el trabajador y ciudadano común ese que como usted y como yo ha visto perder 7 pesos de cada 100, ese para el que el salario no aumenta y cada vez tiene que hacer frente a compromisos para los cuales su salario no alcanza, para el pequeño inversionista y/o ahorrador que ve esfumarse parte de su esfuerzo.
La incertidumbre y la experiencia de que las crisis inflacionistas no son transitorias, sino tienden a permanecer. El dolor emocional que acarrea a las familias, el doble peso a la maltrecha salud mental de la mayoría de nosotros que aún no terminamos de recuperarnos de los efectos del Covid, que por cierto, arriba a su cuarta ola y que sigue haciendo estragos en la economía mundial.
Pero esos son conceptos que no entendemos a la hora de armar un presupuesto semanal o quincenal, las condiciones de los hidrocarburos y el conflicto China-Rusia, así como la ineficiencia del presidente estadounidense, un tanto parecido al nuestro, no alcanzan para alimentar a una familia, para mantener una casa caliente en esta temporada invernal, para recuperar o conservar la salud, para hacer frente a los gastos diarios, para aspirar a un mejor futuro.
La inflación es sinónimo de pobreza para millones y millones de seres humanos que no son dueños de medios de producción y que solo cuentan con un salario para hacer frente a su sustento, un salario que no se ajusta a los costes reales de la vida y que siempre va un par de pasos atrás.
Combustible infalible para el descontento, el alza en la criminalidad, revueltas, caídas de administraciones y gobiernos. Síntoma inequívoco de la mala política económica, con el consabido encarecimiento de créditos, préstamos, deuda del gobierno, el cual seguramente optará como medidas paliativas aumentar los impuestos o endeudarse más. Escenarios todos igual de negativos y que repito, en nada alivian las necesidades de una familia, máxime en un país como México con los millones de personas en situación de pobreza.