Sonríele a la cámara aunque no quieras

No sabía la historia de cómo o en dónde se habían conocido, pero las descripciones de cada foto me confirmaban que ella estaba feliz, y yo me alegraba por ello

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Dejé de ver a mi amiga Eva casi medio año. Las actividades que cada una tenía no nos permitían juntarnos para convivir, cuando solíamos hacerlo por lo menos una vez al mes. Eva no es muy buena con las conversaciones telefónicas, y nuestro trabajo y otros compromisos terminaron por distanciarnos.

La única forma que tenía de “seguir” los más recientes sucesos de su vida era a través de las fotos que posteaba en Instagram. Cada vez con más frecuencia publicaba imágenes con un chico a quien yo no ubicaba, a menudo los posts estaban acompañados por hashtags como #mylove o #myboy.

Supe que la relación iba en forma cuando debajo de una imagen escribió: “Mi novio, bello por dentro y por fuera”.

Los retratos con el galán eran tan genuinos como la naturalidad de la de dos enamorados sin poses: ellos dos dándose un beso en el pasto, que alguien más tomó infraganti. O la otra, con los dos volteándose a ver con la complicidad de los amorosos. A menudo con descripciones que mi amiga incluía, como: “Dicen que el amor es bailar así que nosotros le bailamos al amor”.

No sabía la historia de cómo o en dónde se habían conocido, pero las descripciones de cada foto me confirmaban que ella estaba feliz, y yo me alegraba por ello.

No lo podía creer. Durante estos meses yo había jurado que todo era amor y felicidad.

Después de meses de no vernos, finalmente encontramos tiempo en la agenda para poder reunirnos y actualizarnos de los últimos sucesos en nuestras vidas, como antes hacíamos.

Lo primero que le dije fue “¡Estás enamoradísisma, qué gusto!”. Pero, para mi sorpresa, Eva corrigió mi percepción. “Es difícil vivir en pareja”, me respondió mostrando molestia y un dejo de hartazgo en sus palabras.

No lo podía creer. Durante estos meses yo había jurado que todo era amor y felicidad, y nunca me esperé esta reacción de su parte. El amor retratado en cada una de sus fotos y en las frases que las acompañaban se veía tan natural que jamás dudé que estuviera muy feliz.

En una de sus últimas fotos publicó: “Gracias a todos los cómplices de este amor”.

Aún hay personas que necesitan, y hasta exigen, que se publique fotos para sentir que sí están en una relación.

Cierto. La vida en pareja puede llegar a ser complicada, y no todo es miel sobre hojuelas. Pero las redes sociales no retratan eso. Tantas parejas anuncian a gritos sus nuevas relaciones, con fotos en la playa o dándose besos, o con captions como “lo mejor que me ha pasado”, o hashtags como #MividaEntera que parece como si una relación simplemente no existiera si no hay una foto en redes sociales.

No soy ajena a esta situación, debo confesar que lo he hecho. Y me dio tanta pena cuando corté con mi ex: tener que borrar cada una de las fotos que había subido en un año de relación. Mi consuelo era que, al menos, no llegué al punto de tener que cerrar mi cuenta por completo y abrir otra por la cantidad de fotos con mi ex, como hicieron un par de personas que conozco. Optaron por esta opción al ver su cuenta infestada de publicaciones románticas de quien, en pocos meses, les partió el corazón.

“¿Qué pasó con tu novio con el que subías muchas fotos?”, me preguntó alguien que seguía mi relación en redes sociales.

“Nada, ya corté”, respondí apenada.

“Esos posts en redes sociales nunca son reales”, concluyó con tanta razón.

¿Qué la gente no se da cuenta? ¿O quieren vivir creyendo en la felicidad ficticia que postean en redes sociales?

Sin embargo, aún hay personas que necesitan, y hasta exigen, que se publique fotos para sentir que sí están en una relación y así sentir que le importa.

Conocí a una pareja que peleaba en el teléfono a gritos, y con amenazas, y al día siguiente subían un post celebrando los años que llevaban de conocerse.

“¿Cómo puede suceder eso?”, pensé. Yo cuando peleo con mi pareja lo último que quiero es publicar una foto con él en redes sociales.

Pero no es el caso de muchas otras personas que viven de lo que la ventana social de las redes muestra, que a veces puede parecer una broma de mal gusto.

Por ejemplo, conocí a otra pareja que, tras un año de matrimonio, la infidelidad era de amplio conocimiento. Sin embargo, cuando fue su aniversario, la esposa publicó una foto con él en la playa viendo un amanecer, con una oración que decía “El amor de mi vida”.

¿Qué la gente no se da cuenta? ¿O quieren vivir creyendo en la felicidad ficticia que postean en redes sociales? ¿Qué le quieren demostrar a sus “seguidores”? ¿Que viven en una relación perfecta con la pareja ideal sin importar que la realidad sea otra? ¿En dónde está el límite de este engaño?

A mí me da lástima saber que una persona necesita que la “alaben” en las fotos en las que se muestra enamorada o enamorado en redes sociales con cientos de comentarios y likes, mientras ignora a su pareja quien está sentada a su lado.

¿Qué clase de farsa es esta?

La farsa que reflejan las redes sociales es el retrato de una ilusión imprecisa que ignora la realidad.

* Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.