El misterioso Ingmar Bergman

ARTE Y CULTURA POR: ÁLEX HERNÁNDEZ

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(Julio de 1918, Upsala, Suecia – 30 de Julio de 2007, Fårö, Suecia) Ingmar Bergman nació dentro de una familia muy estricta, en la que la represión de sentimientos, instintos, amor y empatía se consideraban virtudes. Fue hijo de un pastor y de una madre de origen valón, Bergman no pasaba de los veinte años cuando decidió dejar a sus padres para instalarse en Estocolmo. Después se dedicaría al fascinante mundo del teatro y fue en esa precisa época, en la que se relacionaría con los directores que más tarde dominarían el cine sueco y lo influirían. Entre ellos, Erland Josephson y Vilgot Sjoman.

En 1942, tras el estreno de, La muerte de Punch, una de sus obras, fue invitado a formar parte del equipo de guionistas de Svensk Filmindustri, donde pasaría dos años revisando guiones, mientras seguía escribiendo obras bastante aceptadas por la crítica. En la década de los 50 montaría un promedio de dos obras nuevas cada invierno en el teatro municipal de Malmo, poniendo en escenas a autores como Moliere, Shakespeare y Tenesse Williams, reservando los períodos estivales para el rodaje de sus películas.

En 1945, Bergman dirigiría su primera película, de la mano de Svensk Filmindustri (Productora cinematografía Sueca), la cual,  llevaría por nombre Crisis, adaptación de una obra danesa cuyo protagonista, como casi todos sus primeros trabajos, es un alter ego apenas encubierto del autor, que expresa de ese modo sus temores, ansiedades o aversiones o aspiraciones personales. Irremediablemente separado de su entorno, el ser humano se encuentra constantemente en conflicto con la autoridad en cualquiera de sus manifestaciones, sin tener ni siquiera posibilidad de creer en una fuerza superior. Y sus filmes; Barco hacia la India (1947) y Prisión (1948) son perfectamente representativas, las dos últimas obras de esta década, La sed (1949) y Hacia la felicidad (1949), muestran una nueva preocupación en Bergman, que aborda el tema de las parejas enredadas en una lucha por quitarse las corazas y encontrar un lugar poco confortable, pero que complemente con la variedad de ambos cuerpos cubiertos de nada, en una vació existencial necesario.  Prisioneros el uno del otro, los amantes protagonistas de sus películas se entregan a un combate cuerpo a cuerpo, donde lo demás sobra.

Es el pensamiento tan frío, solitario, intenso y desbordado de Bergman, el que da nacimiento a una obra maestra del cine: Persona (1966). Una película con tintes bíblicos, filosóficos y existencialistas, que es además uno de los filmes más bellos, inquietantes, personales y fascinantes del séptimo arte. Llegó en una década en que las grandes figuras del cine de autor se decantaron en proyectos muy personales con el arte como eje común: “Ocho y medio” de Fellini, “Andrei Rublev” de Tarkovski son los mejores ejemplos.

No muchos directores han conseguido pasar a la historia con todo el prestigio y honor como lo ha logrado Ingmar Bergman. Respetado como uno de los mejores directores de todos los tiempos