Acelera corazones

El baile quadradinho de Anitta es justo lo que necesitábamos para que nuestros corazones (y pupilas) cayeran en un feliz trance y no queramos saber nada más por un buen tiempo.

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“Puedo ser la fantasía sexual de muchos hombres, eso me hace sentir deseada y bonita, pero no es lo más importante”, me aclara Anitta. Tiene25años y es una superestrella internacional del pop urbano, ese en el que los sonidos callejeros, funk, hip hop, electrónicos, R&B y demás rituales bailables se amalgaman en el coctel irresistible de sus canciones (y sus caderas), conquistando a medio planeta que, hoy, vira la mirada hacia Brasil. “Es bueno que la gente descubra más sobre mi país”, me dice en ese tono sexy, cortesía de su acento nativo de Río de Janeiro. Es una chica alegre —lo denota su risa explosiva—, pero habla en serio cuando rememora su vertiginosa ascensión: “Fue difícil romper barreras y luchar contra quienes querían acabar con mis sueños”. A pesar de ello, actualmente, brilla lo mismo como la heroína rebelde y sensual que canta “no importa lo que digan los demás, a todos nos gusta cuando nos seducen”, en “Medicina” —uno de sus calientes hits—, que en su papel de conferencista en Harvard, donde recientemente presentó la ponencia La música como instrumento de transformación y fue ovacionada. “Me sentí muy honrada con la invitación para hablar de mi vida personal y profesional. Fue algo muy especial”, recuerda acerca de esta gran experiencia.

Desde muy pequeña, Larissa de Macedo Machado —su nombre real— solía soñar con esto que hoy ha conseguido. “Me encantaba imitar a Beyoncé y a Britney frente al espejo. Era una amante total de la música, tenía la seguridad absoluta de que me convertiría en una estrella. Mi madre siempre me animó, hasta en los peores momentos, cuando realizaba shows para pocas personas en lugares muy peligrosos de las favelas cariocas. Mi padre no creía que fuera a ser artista. Ahora, ambos se sienten orgullosos”, sentencia. Influenciada por la telenovela Presença de Anita, decidió adoptar el nombre de la protagonista (luego, le agregaría una “T” extra). “El personaje era una chica sensual y misteriosa con la que me identifiqué”. En esos años, pasaba sus días en una zona convulsa: “Vivía en un suburbio. Una cuadra adelante y ya era una favela. Son áreas peligrosas”, recuerda y asegura que nunca renegará de su pasado. “Ahí aprendí a ser una guerrera, a ser creativa y encontrar salidas. Todo eso me convirtió en la artista que soy, sin miedos. Siempre fui valiente y decidida. Aunque me muero de terror cuando me subo a la montaña rusa”, nos confiesa entre sonoras carcajadas. Sí, la joven que soñaba con ser una gran luminaria y contemplar la nieve algún día (“era mi ilusión, nunca pensé que vería nevar”, comenta sobre la primera vez que fue a esquiar a Aspen), ha sobrepasado cualquier expectativa. Sus canciones (que incluyen colaboraciones con íconos urbanos como Iggy Azalea, Maluma y Major Lazer) son básicas en la playlist de cualquier fiesta que se respete, mientras que sus videos cuentan con millones de visitas regularmente.

“Hay artistas e historias muy buenas. Me gusta que se muestran sus vidas y, sobre todo, que me reciban como si fuera mexicana”, comenta sobre su participación como coach en La Voz México. Paralelamente al programa, prepara nuevas canciones. “Estoy haciendo música diferente, no me gusta estar presa en un género”, así como algunos duetos (en el aire uno con Dua Lipa y revela que le encantaría hacer algo con Drake). Como si todo ello no fuera suficiente, se estrenará en Netflix su documental Vai Anitta.
Pero el don de la ubicuidad pop tiene un lado oscuro. “Lo que no me agrada de la fama es que se crean historias que no son verdad”. Hace poco, publicó en Instagram una foto junto a la artista colombiana Greeicy Rendón. Abajo de la imagen añadió la frase “Ella me roba los suspiros”. Entonces, algunos fans —y ciertos medios— comenzaron a fantasear sobre la posibilidad de un romance. “¡Por amor de Dios, era un juego! Inventan cosas. Yo soy casada, Greeicy tiene novio, entre mujeres se valen esos halagos, ¿no?”, me comenta, suelta esa risa sexy y reflexiona: “No me arrepiento de nada, la vida sin riesgos no tendría gracia. Prefiero que no todo sea fácil”. “Y si Luis Miguel te invita a cenar, ¿aceptarías?”, le pregunto. “Por supuesto. Lo amo”, ríe de nuevo y responde sin un ápice de duda. “Mi defecto es que soy supe impulsiva”, confirma. Sobre las encuestas presidenciales que lidera Lula da Silva en Brasil(aunque recientes noticias indican que quedará fuera de la con- tienda), prefiere mantenerse al mar- gen. “Defiendo que la gente vote por quien quiera, pero que dude antes de decidir”. Mientras que en temas como la legalización de las drogas, asevera que “lo más importante es que la gente disponga, aunque de nada sirve la libertad si no hay información. En la vida, hay consecuencias; todo lo que haces se te regresa”.

Por la manera en que se han dado las cosas, parece que nada puede detener su sagrada misión de sumar fans a la cofradía de incondicionales prendados de su música y de —claro— su piel morena adornada por facciones estilizadas, consecuencia de los genes de su madre (“mi súper heroína”, dice) y quizá de algún artificio estético (todo se vale). ¿El resultado? Una personalidad que se desborda como el Río Amazonas y que lució más provocativa que nunca en el video de “Vai Malandra”, donde la carioca perjura que es ‘mala’. “Lo soy, me gusta serlo, me agrada la idea de la independencia. Una malandra es una mujer experta, rápida, llena de actitud”, me explica, aclarando la connotación brasileña de la palabra, más de empoderamiento que de perversidad. Aunque fueron los bailes sexuales de unas chicas usando cinta de aislar como bikini —divirtiéndose con amigos en la azotea de una favela— y Anitta bailando bañada en aceite (y encima de una mesa de billar), lo que más impactó y causó polémica. En cierta parte, se atreve a exhibir eso que otras matarían por ocultar. “Mostré mi celulitis para enseñarle a las mujeres que no tenían que temer a sus imperfecciones”, aclara y se defiende de las críticas: “No enseñé nada mentiroso. Son cosas que viví de adolescente”. Y así, con ese elegante descaro para hacer explotar la pista de baile con sus movimientos de pantera, la cantante continúa pisando fuerte. “Si a una mujer le gusta dominar, está bien; si desea ser dominada, igual. Es importante tener esa libertad de escoger. Soy feminista, pero es difícil serlo si eres mujer, porque las otras chicas te quieren imponer cosas. Cada quien marca sus límites, aunque, en lo personal, yo no los tengo”, afirma, aclarando que lo suyo (¡gracias al cielo!) no son las reglas.