México cambió después del 68

Histórico 1968: trajo la modernidad, terminó el aislamiento en el que vivía México

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Protagonistas del Movimiento Estudiantil del 68 comparten con Excélsior sus experiencias en ese conflicto y cómo se vivió esta revolución cultural y social que marcó la historia de México. En ese entonces el país caminaba con las canciones de Pedro Infante, el cine de oro y los tríos. Las alumnas exploraban el uso de la minifalda, los jóvenes, el cabello largo

La UNAM y los jóvenes del Movimiento del 68 abrieron la puerta a México de lo que pasaba en las sociedades del mundo. Estos estudiantes fueron un megáfono y reflector de las ideas revolucionarias, libertarias y hippies que dominaron la época.

México parecía aislado, ensimismado y orgulloso de su propio regionalismo. Era un país que aún caminaba con Pedro Infante, el cine de oro y los tríos.

“Nunca pensaron que su verdadera victoria y su auténtico legado consistiría en arrastrar a las nuevas clases medias mexicanas hacia la modernidad occidental”, escribe Jorge G. Castañeda, en el prólogo de Adiós al 68, libro de Joel Ortega Juárez, brigadista de Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México hace 50 años.

Excélsior reunió en las instalaciones de la máxima casa de estudios a alumnos y a representante del Consejo Nacional de Huelga (CNH), que fueron voceros del movimiento del 68.

Desde las facultades de Ciencias y Economía, escuelas fundamentales durante el movimiento, los estudiantes del 68 compartieron cómo se vivió esta revolución cultural y social que marcó la historia de México.

“De ninguna manera es competencia, pero sí debo aclarar que las Facultades más intensas fueron Ciencias, Filosofía y Letras, Economía y Ciencias Políticas y Sociales”, afirma Ortega Juárez.

LA REVOLUCIÓN MUNDIAL

Mientras los estudiantes se reunían clandestinamente en los auditorios a ver documentales dedicados a la Guerra de Vietnam, a discutir el movimiento que Ernesto El Che Guevara llevó a Angola o a Bolivia, las alumnas exploraban el uso de la minifalda, los jóvenes el cabello largo y el uso recreativo de las drogas como el LSD y la mariguana.

Muchos eran procubanos. En México, los jóvenes comunistas conmemoraban el Asalto al Cuartel Moncada cada 26 de julio, que dio inicio a la Revolución de Cuba.

Los alumnos admiraban al Che, a quien habían tomado como icono de la lucha estudiantil en México y el mundo. También enaltecieron a Ho Chi Minh, símbolo de la resistencia vietnamita contra Estados Unidos.

Francisco Pérez Arce, autor de Caramba y zamba la cosa. El 68 vuelto a contarretrata cómo los estudiantes durante las nueve semanas y media que el movimiento duró —22 de julio al 2 de octubre— habitaron en la UNAM, usaron sus auditorios, los salones y hablaban de lo que sucedía en México y en el mundo.

“Si no lo saben se enteran de que es un tiempo de rebeldía en otros países. Del Mayo francés y por primera vez oyen hablar de las barricadas en el barrio Latino. Se enteran de la rebelión negra en Estados Unidos. Si no lo sabían se enteran de la guerra de Vietnam: lo piensan, circulan libros y revistas, lo ven en películas. Abundan los cines clubes”.

En el auditorio de la Facultad de Ciencias se llevaron a cabo clubes de cine con obras prohibidas por el gobierno.

Se proyectaron películas de Luis Buñuel, como Los olvidados, censurada por la exhibición de la miseria en el país y cine ruso.

También había cine italiano, francés. Eran películas contestatarias que despertaban emociones en los espectadores. Se transmitían contenidos diferentes a los ofrecidos y regulados por el Estado en televisión abierta y cines.

“Al ver esas películas surgió entre nosotros unas ganas de querer tener un mundo menos reglamentado, de no ser tan conformistas como lo eran los papás de muchos”, dice Miguel Yoldi, quien fuera representante en el CNH por la Facultad de Química y protagonista de conversaciones del movimiento con el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Universitarios de las Juventudes Comunistas llevaron hasta el auditorio de Ciencias al gran poeta chileno Pablo Neruda para que diera un recital, después de ir a convencerlo al aeropuerto de la Ciudad de México para que los acompañara al campus universitario.

Invitación que el poeta, como miembro del Partido Comunista de Chile, aceptó de inmediato al recibir la petición de los alumnos militantes del comunismo.

“Yo no pude entrar a ver a Pablo Neruda de tantos estudiantes que había. Me conformé con oírlo desde la explanada”, recuerda Emilio Reza, alumno de la Facultad de Ciencias en el 68.

Comenzó la pasión y boom por la literatura Latinoamericana. Por esos años ya se leía Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, a Julio Cortázar, Carlos Fuentes contaba desde París, el movimiento del Mayo Francés y José Revueltas se dedicaba a narrar el mundo comunista.

“Las lecturas de Marx, Gramsci, Sartre, Camus y otros clásicos de esos tiempos también eran devoradas por los estudiantes”, narra en una crónica Gilberto Guevara Niebla, líder del movimiento del 68.

LOS REBELDES SIN CAUSA

A los tocadiscos llegaron LP (elepés) de The Beatles, Elvis Presley, Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Rolling Stones, The Doors, los Teen Tops y los Black Jeans.

“Ahora yo les digo a los jóvenes, que una de las cosas que nos heredó el Movimiento del 68 fueron los conciertos masivos”, comenta José Antonio Pérez Islas, coordinador del Seminario de Investigación en Juventud (SIJ) de la UNAM.

El rock se convirtió en un símbolo de rebeldía.

Estudiantes como José Valle Espinoza se identificaban con James Dean, protagonista de la famosa película estadounidense Rebelde sin Causa.

“Me sentía rebelde y todavía me sigo sintiendo rebelde”, dice Valle Espinoza ahora a sus 73 años.

Muchos de los estudiantes de la época recuerdan también al 68 por ser el año que le dio paso a los colores, a la sicodelia.

Los teléfonos dejaron de ser sólo negros y los calzones de usarse sólo blancos.

“Marcelino Perelló, ex líder estudiantil, lo resumía muy bien, antes del 68 todos los calzones de hombres eran blancos”, afirma Joel Ortega.

En la UNAM también quedarían obsoletos los códigos de vestimenta para asistir a la universidad de traje, sombrero y corbata para los hombres, y de medias, faldas y tacones para las mujeres.

“Antes del 68, los jóvenes eran como pequeños adultos que se vestían igual a sus padres”, asegura Renate Marsiske Schulte, doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

Cuando Renate llegó de Alemania en los años 60 a estudiar a la UNAM y salió de casa para dirigirse a la universidad en sandalias y sin medias fue criticada por la familia que la albergaba, así que tuvo que explicarles que la finalidad de su llegada era ser socióloga y no ama de casa.

Graciela Blackaller estudiante de Biología en la Facultad de Ciencias en el 68, también rompió con las reglas impuestas de vestimenta y optó por las minifaldas.

Se asomaba la liberación sexual y comenzaba el uso de las píldoras anticonceptivas.

LAS MUJERES DEL 68

El feminismo se abrió camino a codazos en la UNAM como han referido algunos autores.

Desde la universidad se iniciaron debates sobre abandonar la idea de que las mujeres al casarse dejaban su actividad profesional.

Marcia Gutiérrez y Adriana Corona pertenecieron al grupo de Mujeres que conformó el Consejo Nacional de Huelga. De 260 alumnos que lo integraban, sólo 20 eran mujeres.

Las alumnas inscritas en facultades, Escuelas profesionales y preparatorias también eran minoría. De los 96 mil 50 lugares que había en la UNAM, sólo 21 mil 943 lo ocupaban ellas.

“Yo trataba de participar en el CNH y nos costaba mucho trabajo que nos dieran la palabra. Yo, máximo, aparezco en dos fotos de la mesa del consejo”, afirma Marcia.

Marcia era representante y delegada de Odontología ante CNH y Adriana representante de Preparatoria 6. La lucha de las estudiantes no sólo se encontraba en las asambleas del CNH, en las brigadas repartiendo propaganda, imprimiendo volantes en los mimeógrafos, pintando bardas o camiones, sino también luchando por la libertad en casa.

La primera noche que no apareció Adriana en casa, el 29 de julio, ya la estaban buscando.

“Así que le fui aclarando a mi madre que pertenecer al movimiento era una decisión que ya había tomado. Ese día le dije ‘si quieres agarro mis cosas y me salgo de la casa’”.

EL LEGADO DEL MOVIMIENTO

Esos volantes que se imprimieron y repartieron en las brigadas fueron un poderoso vehículo para politizar a la sociedad y difundir las demandas de Movimiento, a falta de redes sociales y de libertad de prensa.

Hasta la mesa de los mexicanos llegaron temas intelectuales, culturales y sociales que hasta ese entonces se creían exclusivos de los espacios universitarios.

“Nos llamaba la atención cómo jóvenes preparatorianos, alumnos de escuelas técnicas o gente que jamás se había acercado a las Ciencias Sociales ni a los problemas del país, en las primeras dos semanas de iniciado el Movimiento Estudiantil ya hablaban con una convicción y soltura de clases y luchas sociales, de trabajadores y reparto justo de la riqueza como si hubieran conocido estos temas de toda su vida”, afirma Gastón Martínez, representante en el CNH por la preparatoria 8.

Luego de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, fue Gastón, precisamente, junto con otros compañeros, quienes disolvieron el CNH, entre noviembre y diciembre del 68, para evitar algún mal uso político.

Al término del Movimiento, había quedado al descubierto la represión del gobierno, de los padres y de la sociedad contra los jóvenes.

A 50 años del 68, seguirá siendo recordado por ellos como el año en el que surgió la magia y la rebelión juvenil más importante del mundo en contra del estado, la escuela y la familia.

“No queríamos lo que nuestros padres nos habían heredado, queríamos cambiar el mundo, queríamos la revolución”, concluye Adriana Corona.

MOVIMIENTO DE ALUMNOS ANÓNIMOS: VERDUGO

El movimiento estudiantil de 1968 fue conformado por jóvenes anónimos que buscaban una sociedad más libre, democrática y equitativa, aseguró Ángel Verdugo, quien formó parte de este grupo hace medio siglo.

“Centenas de miles de jóvenes anónimos llegaban a su escuela, les entregaban botes sellados para ir a botear, los volantes que se hacían durante la noche, mientras los grandes dirigentes del CNH estaban dormidos porque habían estado en asambleas que terminaban a las cinco de la mañana”, recordó en entrevista con Pascal Beltrán del Río para Imagen Radio.

El ahora periodista y colaborador de Grupo Imagen recuerda que dos décadas después del Movimiento Estudiantil surgieron grandes líderes que se “colgaban la medalla” por haber sido el artífice del despertar democrático del país, cuando en realidad un sinnúmero de estudiantes también tuvo mérito.

Señala que la muerte y desaparición de cientos de jóvenes que estuvieron aquel 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas pudo haber sido incluso prevenible, sin embargo, actualmente nadie quiere hablar de los errores que se cometieron y que pudieron evitar la tragedia.

“Desde el 27 de agosto en la noche cuando nos desalojan del Zócalo, en ese momento el Estado mexicano nos estaba diciendo: Jóvenes yo no juego a ser el Estado, yo soy el Estado”, evoca.

Verdugo rememora el 68 como actos que costaron la vida a estudiantes, que puso en peligro la vida de muchos más y que le costó ser recluido tres años, diez meses y cuatro días, en el Palacio Negro de Lecumberri.