En el primer día del cónclave los cardenales no llegaron a un acuerdo para elegir al sucesor del papa Francisco, por lo que salió humo negro de la chimenea instalada en la Capilla Sixtina, en donde los 133 religiosos se encerraron en busca de determinar quién será el nuevo jerarca de la Iglesia católica.
Los también llamados 133 “príncipes de la Iglesia” se encerraron en la Capilla Sixtina tras haber jurado previamente guardar el secreto sobre el proceso y desempeñar “fielmente” el papel de pontífice si alguno de ellos resulta electo por “disposición divina”.
Vestidos con el hábito coral rojo, los cardenales pronunciaron primero el juramento juntos y luego, uno a uno, los 133 lo hicieron individualmente ante el altar con las manos sobre el Evangelio.