CLAUDIA Y SU GRITO DESESPERADO

DE TÚ A TÚ Por César Calandrelly

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En política, los silencios dicen tanto como las palabras. Pero a veces, hay momentos en los que una figura pública decide hablar claro, casi con desesperación, como si lo hiciera más para sacudir conciencias que para recitar principios.

Eso ocurrió este 4 de mayo cuando Claudia Sheinbaum, presidenta de México y figura central del movimiento que prometió transformar al país, lanzó un mensaje al Consejo Nacional de Morena. Su carta, revestida de llamados a la unidad y principios ético-políticos, en realidad parece un grito desesperado para rescatar a su partido del fango donde empieza a hundirse.

El texto es más una invitación que una advertencia. Sheinbaum no tiene el control del partido y la “líder” nacional del partido tiene todo, menos liderazgo: hay podredumbre, hay desviaciones y hay quienes han olvidado por qué y para qué llegaron a Morena.

Lo que alguna vez fue un movimiento ciudadano que nació desde la indignación y la esperanza, hoy está siendo devorado por las mismas prácticas que tanto se criticaron del viejo régimen: clientelismo, imposición de candidaturas, uso de programas sociales con fines electorales, manipulación de encuestas, corrupción ideológica y hambre insaciable por los cargos.

Es claro que esta misiva busca frenar la metástasis del oportunismo político que se ha infiltrado en las entrañas del partido. Claudia está intentando controlar una maquinaria que ya se salió de control. Con esta carta, la presidenta está trazando una línea clara entre el “ser” y el “parecer” de Morena. Está diciendo: no más arribistas, no más privilegios disfrazados de luchadores sociales, no más encumbramientos por dedazo disfrazados de consensos.

El mensaje es tan directo como simbólico. Al señalar que no se puede gobernar desde la frivolidad ni desde el poder por el poder mismo, Sheinbaum no solo habla a los militantes de a pie. Habla, sobre todo, a las cúpulas que han convertido los procesos internos en meras simulaciones, donde la democracia es un adorno, no una práctica.

Y ojo, la crítica más filosa está implícita: ya no se puede permitir que Morena sea una agencia de colocación política donde se vale todo para obtener una candidatura. La presidenta exige una depuración, un reencuentro con los principios originales. Porque sin orden, sin ética, sin una militancia activa y crítica, Morena corre el riesgo de convertirse en aquello que prometió destruir.

Esta carta más allá de parecer un intento por recuperar el alma del movimiento se convirtió en un espejo incómodo para todos aquellos que han hecho de Morena un botín personal. Claudia Sheinbaum, sin decir nombres, los señala a todos. Y con ello, lanza un mensaje fuerte: el futuro del partido está en juego, y solo sobreviven los proyectos que se limpian por dentro antes de que se pudran por completo.

Hay dos preguntas finales por hacernos:

¿los destinatarios del mensaje realmente escucharán… o seguirán jugando a la política como si el poder fuera eterno? Y

¿Puede salvarse Morena, repetirá en el 2030? recuerden que lo que sube rápido, rápido baja…

A esta carta le faltaron a mi entender tres señales:

Sanciones reales: ¿Qué pasará con los que violen estos principios?

Candidaturas limpias: ¿Habrá primarias abiertas o más imposiciones?

Rendición de cuentas: ¿Los “líderes” dejarán sus privilegios?

En fin, es MORENA, muchos me dirán, que ya no les sorprende

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