Ciudad Juárez es un muladar.
No hay manera de lograr una limpieza respetable sin el acuerdo ciudadano.
No sé si la historia aquella de los chinos que acabaron con las moscas fue verídica, o es una charra ancestral.
Cuentan, que un día amanecieron los chinos con una plaga de moscas.
Y hartos de su molesta presencia, decidieron acabar con el problema, de manera tajante y radical.
Se ordenó que cada chino, en una jornada de 8 horas, debería matar 100 moscas por hora, y las incineraría de inmediato.
Imaginen ustedes a 1416 millones de chinos con una tarea de matar 800 moscas por día.
Dicen que al tercer día, se liberaron de la plaga.
Cierto o no.
Lo que sí sé, es, que para que una ciudad permanezca limpia, necesita crear conciencia entre sus ciudadanos.
La obligación es de todos. No sólo del ayuntamiento.
Contimás en Ciudad Juárez, que tiene el problema de las tolvaneras y las tormentas de arena.
Allá en San Luis Potosí, ciudad impecable en sus calles, verá usted que cada potosino barre el frente de su casa todas las mañanas y tiene la costumbre de tirar la basura sólo en botes y contenedores.
Pero no crea usted que siempre fue así.
El pueblo es cochino por naturaleza.
Todo comenzó con los borrachos desvelados.
Los que caían por manejar alcoholizados, los que parrandeaban escandalosamente, o los mismísimos indigentes que dormían a ras de suelo sobre unos cartones.
Los obligaban a barrer la plaza de armas y calles aledañas con unas largas ramas de palmas, al amanecer.
Era un castigo administrativo que además procedía como correctivo urbano. Le llamaban LA FAJINA.
No había entonces la comparsa llamada CNDH que protege ahora supuestos derechos que tienen infractores y malandros.
Es claro que una docena de borrachos atacados por la cruda, no iban a resolver el problema del cochinero en la ciudad.
Así que la autoridad optó por una ordenanza municipal, que obligaba a cada propietario o arrendatario de casa, edificio o negocio, particular a barrer el frente de su domicilio (hasta mitad de la calle).
Y a recoger su basura, para tirarla en el contenedor.
So pena de pagar una multa por desobediencia.
Y aquel gandalla que dejara su basura en algún baldío era remitido a la barandilla para ser arrestado por 24 horas.
Había a letreros que decían: “A la persona que se le sorprenda tirando basura en este terreno, se le remitirá a la autoridad municipal”.
¡Y se cumplía!
Así se educó a los potosinos cien años atrás.
Hoy, en Juaritos, tenemos una interesante campaña: “El cochino de la semana”; los ciudadanos podrán exhibir a quienes tiran basura.
Les tomas el vídeo, lo subes en tus redes, y la autoridad localiza al cochino y lo multa.
Es el inicio de una buena educación urbana.
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