Existe un espécimen un tanto extraño en nuestra sociedad: un ser que se la pasa quejándose de absolutamente todo, que no aporta nada, pero sí, es parte del problema.
Pareciera que estos personajes están distribuidos cuidadosamente para ver los problemas sociales, pero no para dejar de ser parte de ellos.
Como esos compas que no ponen para las chelas —quejándose de que no están bien frías— y son los primeros que se ponen hasta las manitas.
Quejarse solo con la intención de desahogarte, pero sin intención de actuar, no ayuda en nada.
Los más castrosos de la categoría son los “quejumbrosos profesionales”, esos que se quejan absolutamente de todo lo que está mal —el clima, la sociedad, la política, las escuelas—, pero jamás participan en una solución, ni siquiera en las sencillas. Como diría mi abuelo: “no disparan ni en defensa propia”.
La mayoría de los mexicanos estamos completamente decepcionados de nuestra política, pero eso no nos exime de nuestros deberes ciudadanos. Todos contamos con derechos, pero se nos olvidan nuestras obligaciones. Votar no nos garantiza unas elecciones limpias, pero tu participación habla mucho de ti y de tu interés por hacer valer tu voz.
¿Cuántos no se quejan de que la ciudad está extremadamente sucia, pero son los mismos marranos que tiran basura en la calle deliberadamente? Y que me perdonen los marranos por compararlos con ellos.
Te quejas del sistema educativo, pero nunca lees con tu hijo o, mínimo, te interesas por saber el nombre de su maestro.
Te quejas de que ya no existen personas honradas, pero no regresas el cambio extra que la cajera te dio por error.
Esta es una cadena que parece interminable gracias a la falta de acción. Si cada uno hiciéramos lo propio, tendríamos menos por qué preocuparnos y, claro, menos por qué quejarnos.
¿A dónde iremos a parar como sociedad, cuando somos una bola de egoístas, carentes de sentido común, de principios, de ética y de una urgente educación social?
No sé ustedes, pero creo que somos muchos los que estamos hartos de tanto conchudismo y de quejosos ineficaces que solo son un estorbo social. Necesitamos personas activas y participativas, que ayuden a minimizar los problemas que nos aquejan y que están claramente en nuestras manos.
La queja es contagiosa. Así que, si un quejoso te muerde, atiéndete de inmediato. Aléjate de ellos y cuéntaselo a quien más confianza le tengas.
Debemos normalizar el rechazo a las conductas que solo dañan a nuestra comunidad.
Porque ya estuvo bueno de tanto berrinche. Este país necesita menos quejas… y más huevitos, papá.
Pero… P’S CADA QUIEN
Conectajuarez no se hace responsable de los puntos de opinión de los columnistas que participan en este medio de comunicación, es responsabilidad única de quien lo escribe, el autor sostiene cada uno de sus argumentos.