Dos visiones fundamentales del general Lázaro Cárdenas (1895-1970), quien fue presidente de México de 1934 a 1940, definieron la huella singular que dejó su mandato: el Estado como rector de la economía y de la vida social del país, “como defensor de los intereses de las mayorías”, y su énfasis en la cultura y el arte para renovar la imagen de la nación ante el mundo.
El investigador y catedrático Ricardo Pérez Montfort (1954) destaca ambas acciones del estadista, “cuyo régimen guía aún algunas propuestas políticas”, en el segundo tomo de su biografía Lázaro Cárdenas. Un mexicano del siglo XX (Debate), que se acaba de publicar.
En el marco del 81 aniversario de la publicación del decreto que anunció la Expropiación Petrolera, un día como hoy de 1938, el doctor en Historia de México por la UNAM revalora el papel de lo que llama “el cardenismo histórico”, analiza ese sexenio crucial y el encargo del político como secretario de la Defensa Nacional y desmonta diversos mitos sobre el michoacano, sobre su concepción política y su existencia tras Los Pinos.
El de Cárdenas es un régimen que marca, que establece un hito. Para algunos representa el fin de la Revolución Mexicana y para otros es la instauración del sistema político mexicano, la estructuración del sistema mismo”, afirma en entrevista con Excélsior.
En lo que se considera “la biografía más documentada” del expresidente, el miembro del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) va más allá de la reforma agraria y la creación de los ejidos en el campo mexicano, de la nacionalización de la industria petrolera y el asilo político que brindó a los exiliados españoles.
Es importante entender que, justo en el momento en que el mundo está confrontando modelos de desarrollo -el capitalista en franca crisis por la Depresión, el socialista que ha demostrado cierto éxito y el de los fascismos-, Cárdenas opta por una combinación entre capitalismo y una carga hacia el socialismo.
Es fundamental su concepto del Estado como rector de la economía, que garantice la distribución equitativa de la riqueza y la explotación colectiva de la tierra. El proyecto tenía un espíritu que se fue perdiendo: que el Estado debe existir para beneficiar a las mayorías, no a un grupo. Ese es un modelo que todavía persiste, al menos en el discurso del actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Es lo que esperamos que haga realidad en su administración”, agrega.
LA CULTURA, AL CENTRO
El profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM destaca otro punto vital del sexenio cardenista. “El apuntalamiento del Estado a los fenómenos culturales es un aspecto que no ha sido muy estudiado, como la parte económica y política. En este volumen recojo el mundo cultural de los años 30, el de los medios de comunicación, la música, la literatura, el cine y las exposiciones internacionales”, añade.
Durante este sexenio, sobre todo al final, el régimen se da cuenta de que una forma de cambiar este México violento, agresivo, inestable, caótico, que venía de la Revolución, es enfatizando el valor de la cultura. Se fomenta que se conozca al país a través de su arte”, explica.
En el periodo de Lázaro Cárdenas nacieron instituciones como la editorial Fondo de Cultura Económica y la Casa de España en México, que se convirtió en El Colegio de México; se apoyó el trabajo internacional del crítico de arte Justino Fernández y del museógrafo Fernando Gamboa; se llevó la exposición 20 siglos de arte mexicano al MoMa de Nueva York; se encargaron más obras a los tres grandes muralistas, Rivera, Orozco y Siqueiros; se filmaron películas como Redes, con música de Silvestre Revueltas, y, en el ámbito popular, se apoyó a los cantantes Pedro Vargas y Agustín Lara.
Hay un intento de mostrarle al mundo y al país el valor de las expresiones culturales. Esta producción está matizada por un nacionalismo, la recuperación de los valores propios y la incorporación de la vanguardia pero partiendo de las raíces nacionales”, indica.
Dice que, además, se recuperó el Castillo de Chapultepec para transformarlo en museo, se revaloraron las artesanías y se reivindicaron las lenguas indígenas. “Se hicieron los primeros experimentos de enseñar el alfabeto a través de las lenguas originarias”, detalla.
Pérez Montfort señala que el sexenio cardenista llegó a su fin con una sociedad muy dividida. “Estalló la Segunda Guerra Mundial, llegó la gran migración española, se enfrentaron las consecuencias de la Expropiación Petrolera. La sucesión de 1940 dividió a la élite en el poder. El general había prometido no participar más en política. Pero decidió apoyar a Manuel Ávila Camacho, que era su gran amigo, y se incorporó como secretario de Defensa, cargo en el que hizo un buen papel, por el valor simbólico que representaba”.
Concluye que aún existen resabios del “cardenismo histórico”, que se revitalizaron con el cardenismo del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del ex presidente. “Él aparece más en el tercer volumen que ya preparo, porque estuvo más activo junto a su padre en los años 60. Ahora se viven momentos nostálgicos del cardenismo, la lucha contra la corrupción, la recuperación de Los Pinos; pero no se puede decir que López Obrador es el heredero de esta ideología. Se le podría emparentar con el primer cardenismo por sus acciones en contra de la corrupción y la podredumbre del sistema político mexicano. Pero todo está aún por verse”, aclara.
El historiador adelanta que, además del tercer y último tomo de la biografía del general, trabaja en un libro sobre la iconografía cardenista, en el que reunirá murales, esculturas, monumentos y “mucho material inédito que se encuentra en el acervo de la familia”.