Zapata, un individuo rebelde

El historiador Felipe Ávila recrea los pasos del Caudillo del Sur con una biografía que compila detalles inéditos

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“Era un individuo que desde su juventud había dado muestras de rebeldía y valentía, hombre que se podía valer por sí mismo.” Felipe Ávila, Historiador

Cuando Emiliano Zapata (1879-1919) era niño ayudaba a sus padres en las faenas domésticas. Acarreaba leña y comida para los animales, y era un apasionado por los caballos. Pronto aprendió a montarlos y a criarlos, lo que le dio un prestigio local. Su primera yegua se llamó Papaya y fue un regalo de su padre mientras hacía su educación elemental.

Así lo cuenta el historiador Felipe Ávila en el libro Zapata, la biografía más íntima del Caudillo del Sur.

Desde muy joven, Zapata destacó como jinete y su educación elemental la combinó con las faenas agrícolas. Al salir de clases, acarreaba zacate a caballo y para aumentar los ingresos de la familia, cuidaba el ganado de Modesto Rábila, un propietario español avecindado en el pueblo.

El volumen también cuenta que cuando Emiliano tenía 16 falleció su madre y menos de un año después perdió a su padre, víctima de una pulmonía.

Ese mismo año Zapata tuvo su primer altercado con la justicia, el 15 de junio de 1895, cuando fue detenido por los rurales luego de un enfrentamiento callejero.

Pero cuando era conducido a Cuautla apareció su hermano Eufemio, quien llego con la pistola desenfundada, desató a su hermano menor y lo subió a las ancas de su caballo.

Su nombre apareció, por primera vez, en una carta que publicó el periódico México Nuevo en donde denunciaban las amenazas del jefe político del estado a quienes apoyaban la candidatura de Patricio Leyva.

Sin embargo el hecho que marcaría el futuro de Zapata sucedió el 12 de septiembre de 1909, cuando los cuatro ancianos del Concejo de Anenecuilco decidieron que no podían continuar representando al pueblo y en una elección a mano alzada, fue elegido por 80 hombres reunidos.

Terminada aquella junta, los ancianos, en privado, le entregaron los papeles del pueblo que acreditaban su propiedad, para que los cuidara, tal como ellos lo habían hecho.

A esto se sumaron los relatos que el caudillo había escuchado sobre los siglos de atracos e injusticias contra los habitantes de Anenecuilco, tal como lo recuperó José Sotelo Inclán, el primer gran historiador del zapatismo.

Aquella elección selló la vida de Zapata hasta su muerte. Porque él asumió a tal grado ese compromiso y se sintió tan responsable de esa encomienda que le hicieron los ancianos de su pueblo que no podía traicionarlos”, expresa Felipe Ávila en entrevista con Excélsior.

¿Por qué lo eligieron a él?, se le pregunta al investigador. “Porque era un hombre en el que podían confiar, al que conocían, que era uno más de ellos, no un extraño ni un hombre rico, sino un agricultor de clase media que tenía sus propias tierras, que tenía ganado, que era muy buen jinete, un charro que conocía la región y, sobre todo, alguien que inspiraba confianza y había dado muestras de valentía porque se había enfrentado al ejército y a la policía rural”.

Además, ya había sido detenido, lo habían metido como soldado de leva y se había escapado. Zapata era un individuo que desde su juventud dio muestras de rebeldía y valentía. Y si a eso le sumamos que era un hombre que se podía valer por sí mismo y que tenía cualidades apreciadas en el medio rural como que era buen tirador, con algunos rasgos de rebeldía, creo que era un buen candidato para hacer la encomienda que le hicieron”.

¿Zapata nunca los defraudó? “Yo creo que no y la historia demostró que aquel concejo de ancianos hizo una buena elección al elegirlo como su representante”.

SIN HIPOCRESÍA

Para Felipe Ávila, una de las características más valiosas de Zapata era su integridad y su congruencia con sus principios y eso fue evidente desde que se convirtió en líder regional.

Zapata fue un hombre de una sola pieza, un hombre de palabra y de una férrea moral revolucionaria que no tuvo empacho en decir las cosas como las pensaba”, asegura el investigador.

Digamos que ésos son los signos que lo distinguieron y que lo convirtieron en importante dirigente. Porque tanto la gente que lo seguía como sus enemigos sabían perfectamente a qué debían atenerse con él. Con Zapata no había hipocresía ni doble juego. Y eso es importante porque hay pocos ejemplos en nuestra historia de alguien tan comprometido con sus ideas”.

¿Cómo definiría el desencuentro entre Zapata y Francisco I. Madero? “Esa relación fue muy compleja. Ambos eran hombres íntegros, de buena voluntad y estaban absolutamente comprometidos con sus principios. Yo creo que el problema de su ruptura fue que tenían proyectos diferentes”.

Por un lado, Zapata veía el mundo desde los ojos de Anenecuilco, de Morelos y los campesinos, de las injusticias que los lanzaron a la Revolución. Mientras Madero veía el mundo desde las élites norteñas, hacendadas, empresariales y mantenía un compromiso con la democracia. El problema fue que Madero confiaba en que la democracia resolvería los problemas de México y ésa no fue la óptica de Zapata, explica Ávila.

Publicado por el sello Crítica, Zapata explora la relación del caudillo con Madero, su relación política con Villa, la oposición ante Victoriano Huerta, la imposible unión con Venustiano Carranza y los pasos para hacer del zapatismo la más grande resistencia del siglo XX.