Margaret Atwood está a punto de publicar “The Testaments”, la nueva novela que sigue a “The Handmaid’s Tale” (El cuento de la criada), un éxito como libro y como serie de televisión.
La novela y la serie dibujan un futuro distópico en el que debido a una masiva infertilidad global, las mujeres son esclavizadas para procrear.
La trama toma lugar en la ficticia República de Gilead, resultado de una guerra civil en Estados Unidos.
Pero aparte del poder atractivo de la ficción en sí misma, la obra de Atwood pone sobre la mesa un tema de debate parecido al de George Orwell en su obra 1984.
¿Podría convertirse en realidad? ¿Es posible un escenario de infertilidad mundial?
El podcast de la BBC Crowdscience analizó con varios expertos la posibilidad de que algunas de las causas de infertilidad que se ofrecen en la serie tengan una base firme en la actualidad.
Sífilis incurable
En la novela original de Atwood, por ejemplo, se hace referencia a un tipo de sífilis resistente que no puede curarse.
Casi obligatoriamente, dicho escenario nos recuerda al momento actual, donde están apareciendo nuevas cepas de infecciones más resistentes a los antibióticos.
“Tenemos un gran problema de resistencia a los antibióticos en el mundo, pero ahora mismo la sífilis no es el mayor de ellos. Sin embargo, lejos de lo que se piensa, existen alrededor de 17 países donde la infección es endémica y entre el 5% y el 20% de mujeres en edad reproductiva la padecen”, explica Joy Lawn, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Pero hay otras enfermedades de transmisión sexual (ETS) que también pueden causar infertilidad y que sí se están volviendo resistentes a los organismos que las combaten.
Es el caso de la gonorrea, de la cual se estima que cada año se infectan 78 millones de personas y que hay cepas resistentes que ningún antibiótico disponible puede erradicar.
Sin embargo, a pesar del peligro para la salud que supone y las medidas que deben tomarse para protegerse, las ETS no son de momento una gran causa de infertilidad global.
Pero Lawn advierte de que el rechazo actual a vacunar a niños, por ejemplo, podría hacer que los varones desarrollen paperas, lo cual provoca infertilidad.
“Cóctel de químicos”
El cuento de la criada también habla de la posibilidad de que tóxicos en el agua reduzcan la fertilidad.
“Cuando era niña, un derrame de químicos en un lago cerca de la zona en la que residía en Florida causó la infertilidad de hembras y machos en varias especies, como los caimanes”, relata Helen Patisaul, neurocientífica y toxicóloga de la Universidad del Estado de Carolina del Norte.
Este hecho le motivó a estudiar la carrera y descubrió que algo parecido ya había sucedido en humanos anteriormente.
Ocurrió en Estados Unidos entre 1930 y 1950, cuando a las mujeres se les prescribía una droga llamada DES (estrógenos) con el propósito de evitar abortos espontáneos.
Aunque luego se demostró que no prevenía los abortos, se comprobó que provocaba que las mujeres tuviesen niños más grandes.
“En el entorno de después de la Segunda Guerra Mundial, esto fue visto como signo de buena salud. Así que algunos doctores prescribían DES por el simple de hecho de tener bebés más grandes”, cuenta Patisaul.
“Después se descubrió que este poderoso estrógeno causaba infertilidad y cáncer. Tomó tiempo descubrir estos efectos y el mayor problema es que los bebés recibían DES en el momento más inadecuado, cuando se estaban formando dentro del útero y aún se estaban desarrollando sus órganos reproductores”, continúa Patisaul.
Pero los problemas de fertilidad no solo afectaron a los bebés que recibieron DES. Las dificultades para procrear también aparecieron en sus hijos.
Según Patisaul, estos problemas podrían estar afectando a hasta cuatro generaciones.
Entre 5 y 10 millones de mujeres se expusieron al DES, sin contar todos aquellos que ingirieron la hormona indirectamente porque también se utilizaba en la industria alimenticia para engordar animales.
Pero este no es el único químico que podría dañar el sistema endocrino humano.
“Estamos expuestos a un cóctel de químicos sin darnos cuenta. Existen entre 90.000 y 100.000 químicos que no han sido analizados a fondo y de ellos entre 1.500 y 2.000 podrían tener efectos que perturben el sistema endocrino y estos se encuentran en productos que usamos día tras día: plásticos, artículos de aseo o muebles”, cuenta Patisual.
Estigma
La serie pone el foco negativo sobre las mujeres que dan a luz a mortinatos, es decir, niños que mueren en el momento de dar a luz o después de las 24 semanas de embarazo.
En el mundo suceden cerca de 2,5 millones de mortinatos y “lo más chocante es que 1,2 millones de esas muertes suceden en el momento del parto, siendo la causa principal las mujeres que están infectadas por sífilis o malaria”, explica Lawn, quien confirma que en países como Ghana, se crea un estigma sobre la culpabilidad de la mujer.
Esterilidad masculina
En el libro, la criada visita al ginecólogo para una revisión. El doctor se ofrece a inseminarla él mismo porque “la mayoría de hombres ya están viejos para hacerlo y los otros son estériles”.
Algunos estudios indican que la fertilidad masculina disminuye en Occidente. Desafortunadamente, no existen informes en otras partes que marquen esta tendencia como global. Pero hay reportes que apuntan a que el recuento de espermatozoides se ha reducido a la mitad en los últimos 40 años.
“La causa número uno de infertilidad masculina se desconoce, pero preocupa mucho que, si se traza una línea con el ritmo actual de decrecimiento, hacia mediados del próximo siglo podría no haber más espermatozoides”, alerta Allan Pacey, experto en infertilidad masculina en la Universidad de Sheffield, en Reino Unido.
Aunque Pacey no está del todo convencido de que para entonces la fertilidad masculina desaparezca, opina que la rapidez con la que se pierden espermatozoides debe deberse a algo ambiental o a nuestro estilo de vida, ya que si fuese evolutivo ocurriría más despacio.
“Lo que habría que determinar es qué causa esto y cuándo sucede. Lo más probable es que ocurra en la etapa fetal”.
Esta afirmación de Pacey respaldaría la teoría de cómo afectan a los bebés los químicos en el ambiente de Helen Partisole, la neurocientífica, quien agrega que la exposición a estos químicos es “muy difícil de rastrear porque puede tener múltiples causas y que una exposición dentro del útero podría tener sus efectos a los 34 años”.
Retomando la esterilidad masculina, Pacey teoriza que una de las causas podría ser que con los tratamientos que ayudan a que hombres poco fértiles tengan hijos, el gen de baja infertilidad se va perpetuando en generaciones posteriores.
“Habría que preguntarse si darles felicidad a las personas de ahora no está dañando a las del futuro”, reflexiona.
La naturaleza de la infertilidad, por tanto, es más difícil de medir en mujeres que en hombres.
Según los entrevistados, en varones basta un recuento de espermatozoides. Sin embargo, la medición en la mujer es un proceso complejo que engloba nueve meses en los que influyen muchos factores que estudiándose harían imposible garantizar la seguridad del bebé.