La violencia es parte de la historia del mundo. Existe desde que el humano habita la tierra. Las guerras desde siempre y a través de los siglos, reflejan la violencia y la muerte. Es el uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo.
En nuestro México, siempre ha existido la violencia como una forma de vida, desde la etapa precolombina. Somos una raza inmersa en la violencia. El narcotráfico, los carteles (como se les denomina) de la droga, han sobreexplotado la violencia al máximo, creando terror, como una forma de dominio. Desafortunadamente el poder del narcotráfico, de los cárteles, ha rebasado, no solo fronteras, también instituciones de todo tipo y nivel. Su poder es absoluto y tienen la capacidad de comprar todo, hasta gobiernos.
En México el narcotráfico es un gran negocio, quizá el mejor por las magníficas utilidades que se obtienen. De ahí que paisanos, han logrado sobresalir en este gran negocio. Solo recordar Caro Quintero, el “Señor de los cielos” y recientemente al “Chapo” Guzmán. Este último colocado en la revista Forbes, como uno de los personajes a nivel mundial por su poder económico. De tal suerte que, en cada sexenio, cada presidente de México, está ligado a algún cartel.
Solo recordar el florecimiento de este magnífico negocio con José López Portillo, su operador el jefe de la policía, Arturo (negro) Durazo. Cronológica la liga de presidentes con los carteles. El lavado de dinero, producto de las utilidades del narcotráfico en México, es un elemento importante en la economía del país, representa más del 10 % del producto interno bruto. De ahí que los tres poderes de la unión en nuestra república, han y están manchados por sus ligas al narcotráfico.
Cada sexenio se fortalece un cartel, y lo mismo por instrucciones detienen o acribillan a líderes de los bandos contrarios. Este sexenio no es la excepción. ¡El rey ha muerto! (Chapo), ¡viva el rey!!! José Luis Rodríguez Chávez.
