En la tele los famosos y puertas adentro para los mortales comunes, la ausencia de la peluquería se hizo presente cada vez que se pasaba frente al espejo o se aparecía en un zoom. Boom de compra de tinturas y miles de seguidores en distintos tutoriales de cortes de pelo lo dejaron en claro. Y aunque la vanidad o el querer verse a “gusto” no era un problema grave, sí lo era lo que implicaba tantos puestos de trabajo en suspenso. Pagando sueldos y con peluquerías cerradas muchos estilistas se hicieron oír y en la actualidad, con protocolo mediante, pudieron abrir sus centros de estética. La preocupación ahora, mientras seguimos atentos a la pandemia, sin vacunas y cuando las ganas de acercarse a un estilista son muchas, pasa por saber qué tan seguro es.
La apertura
Las peluquerías abrieron, pero el primer paso vino de la mano del protocolo. La cadena Vip y Leo Paparella (parte del mismo grupo) fueron quienes presentaron una propuesta al jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, en la que se explicaron las medidas a tomar. “Luego vinieron las inspecciones para aprobarlo y recién entonces pudimos empezar a atender”, dice Alejandro Rapoport, uno de los responsables de la empresa.
El ritual no debería cambiar demasiado en otros lugares. Antes de ingresar a la sucursal, que se encuentra en Portal Palermo, hay que entrar al paseo de compras (donde se encuentra un gran supermercado) y esperar a que el personal del lugar, encargado de tomar la temperatura, apruebe el ingreso e indique qué camino seguir para llegar a destino. Esta instancia extra no es la común pero hay casos, incluso, más complicados. “A un mes de la apertura, el espacio con más trámites es el de Unicenter, porque al estar cerrado el shopping todo es con turno y al llegar cada clienta nos avisan en recepción para que nosotros bajemos a abrirles, es un paso más”. Relata Rapoport.
Cómo es el protocolo
“Para armar el protocolo nos fijamos cómo hicieron en Europa para la habilitación del servicio. También hablamos con empresas internacionales que nos trajeron el protocolo que ellos manejan en París, y lo fuimos adaptando a las instalaciones nuestras.
Si bien son conscientes de que no todas las peluquerías pueden aplicar el protocolo con tanto detalle como se ve en la sede de la peluquería: el metro y medio de separación marcado con adhesivos o inhabilitando una bacha entre dos, si poseen 3, si deben respetar las distancias y utilizar una sola bacha en el caso de dos, o ampliar los horarios, y dar menos turnos por hora.
Otros aspectos son comunes para todos:
En la puerta de la peluquería se debe tomar la temperatura para ingresar.
El felpudo reglamentario debe estar en la entrada y ser pisado antes de acercarse al mostrador para anunciar su turno, pedido previamente.
Antes de ser atendido por el profesional se completa un formulario para saber si tuvo síntomas, entre ellos: tos o dolor de garganta. Además: el nombre, DNI, domicilio y quienes lo atendieron. “De esta manera, si llega a pasar algo se contacta a la cliente, así como se espera que si la cliente llega a contraer coronavirus se contacte con el establecimiento, la idea es cuidarnos entre todos”, dice Alejandro.
Los tapados se ponen en una bolsa y luego al llevárselos se tira la bolsa.
En la cadena que cuentan con 600 empleados, armaron equipos de trabajo que atienden distintos días. En el caso de que algún grupo fuera sospechoso de tener la enfermedad ese grupo se aisla y se sigue con el otro equipo reemplazando a quienes están aislados.
Como hay turnos, quienes llegan a la peluquería antes deben esperar fuera, o en el caso de los centros más grandes, en algunos de los sillones que hayan quedado habilitados.
La recomendación es siempre acercarse y evaluar si el protocolo se cumple. “Asistí a una peluquería barrial en la que siempre me atiendo, explica Leonardo Peláez, y era el único en ese turno que elegí: 7.30 de la mañana. Una vez que pisé el felpudo para limpiar mis zapatillas, me dieron alcohol en gel para manos y me atendieron con barbijos y protector facial, no me sentí inseguro en ningún momento”.
Sin café ni servicios extra
En los últimos tiempos, las peluquerías se habían convertido en espacios de confort que ofrecían gran cantidad de servicios extra. “Ahora ya no podemos ofrecer más café, que era algo que nuestras clientas agradecían mientras esperaban al hacerse color. Es preferible no brindarlo y evitar riesgos de contagios”, explica Rapoport y agrega: “También eliminamos las revistas”
Cuando habilitaron las peluquerías, quienes se animaron a volver-que no son pocos- lo hicieron con quienes los atendían siempre. Es el caso de Adriana Lastra que asistió a New Station de Recoleta: “Atienden con turno, yo pedí por Fabián, mi estilista de siempre. Al ingresar me tomaron temperatura y pusieron alcohol en las manos. El piso estaba señalizado para mantener distancia. El staff con barbijo y máscara facial. Los asientos separados por mamparas. Mientras estuve allí vi que rociaban los asientos con alcohol. No hay servicio de máquina de café y la cantidad de clientes se limitaba a 3/4 de los que suele haber. Me sentí tranquila con respecto al protocolo” relata de su experiencia, aunque aclara: “Igualmente yo concurrí con alcohol en aerosol para ponerme en las manos y obviamente con barbijo”.
Belu y Griselda, atienden en Leo Paparella, ambas tienen barbijos, máscaras faciales, el protocolo internalizado y la simpatía intacta. El servicio a las clientes sigue siendo el mismo, solo hay que respetar las reglas, porque como bien marcó Rapoport, la idea es cuidarnos entre todos.