La más grande muestra de asteroide jamás estudiada, y la primera que tiene la NASA, aterrizó en el desierto estadunidense de Utah al cabo de un vertiginoso descenso a través de la atmósfera terrestre, siete años después del despegue de la sonda Osiris-Rex.
La caída, observada por sensores militares, fue frenada por dos paracaídas. La muestra, tomada en 2020 del asteroide Bennu, contiene alrededor de 250 gramos de material, según estimaciones de la agencia espacial estadunidense, mucho más que las dos muestras anteriores recogidas por Japón.
Este material va a “ayudar a comprender mejor los tipos de asteroides que podrían amenazar la Tierra” y arrojar luz sobre “el comienzo mismo de la historia del sistema solar”, subrayó el jefe de la agencia espacial, Bill Nelson.
Se trata de la “muestra más grande que hemos recuperado desde las rocas lunares” del programa Apolo, finalizado en 1972, dijo la científica de la NASA Amy Simon antes del aterrizaje.
Aproximadamente cuatro horas antes de la hora prevista de aterrizaje, la sonda Osiris-Rex liberó la cápsula que contenía la muestra, a más de 100 mil kilómetros de la Tierra.
Durante los últimos 13 minutos, esta cápsula atravesó la atmósfera: entró a más de 44 mil kilómetros por hora y alcanzó una temperatura de 2 mil 700 grados centígrados. La sonda siguió su misión hacia otro asteroide.
La muestra, que por su tamaño facilita el análisis, será trasladada en avión hoy al Centro Espacial Johnson en Houston, Texas. Allí se abrirá la caja, en otra habitación hermética. El proceso tardará días.
Los científicos creen que Bennu, el meteorito de origen de la muestra que llegó a la Tierra, cuenta con 500 metros de diámetro, es rico en carbono y contiene moléculas de agua encerradas en minerales.