Vaginismo, pero, ¿qué es?

"No siempre estás en control de lo que hace tu cuerpo. Aunque lo intentes, hagas lo que hagas".

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Cuando Isley Lynn recuerda su primera experiencia sexual, cuando era aún una adolescente, la describe como prácticamente inexistente.

“Lo encontré realmente desmoralizador, me partió el alma. Me sentí culpable por algo de lo que no era responsable”.

Si bien muchos de nosotros durante nuestro primer encuentro sexual nos manejamos con más o menos torpeza, para Lynn el acto fue la constatación de una condición de la que no se habla mucho: vaginismo.

Pero, ¿qué es?

El servicio de salud público de Reino Unido, el NHS, define el vaginismo como la reacción automática del cuerpo al temor de alguno o todo tipo de penetración vaginal.

Los músculos vaginales se contraen y la mujer no consigue controlarlos. Una persona que padece vaginismo puede tener dificultades para insertar un tampón, por ejemplo, y por supuesto tener dificultades para mantener relaciones sexuales llegando incluso a sentir un dolor ardiente y/o punzante.

“Intenté ponerme mi primer tampón a los 10 años. Fue insoportable. Sentí como si en realidad yo no tuviera un agujero, como si hubiera una pared donde debía haber un agujero”, recuerda Lynn, que ahora tiene 30 años.

“Pero cuando realmente supe que algo estaba mal fue con mi primer novio”.

Y es que la condición que padece Lynn, británica de 30 años, le ha afectado también en sus relaciones sentimentales.

“Recuerdo que tenía miedo de que mis parejas pensaran que en realidad no estaba enamorada de ellos o que no me atraían físicamente”.

La dramaturga fue diagnosticada con vaginismo ya de adolescente y le prescribieron usar unos aparatos que se ponen en la vagina y que aumentan de tamaño lentamente para intentar relajar los músculos. También comenzó a hacer sesiones de fisioterapia.

Pero ninguna de estas técnicas estaba dando verdaderos resultados y la joven se dio cuenta de que, en realidad, no quería seguir ningún tratamiento.

“Fue un terapeuta quien me hizo darme cuenta de lo que quería. Me preguntó cuánto deseaba yo ser ‘normal'”.

“Y esa conversación es la que tiene lugar en una de mis obras. Al final del todo, a la protagonista se le pide que defina qué quiere obtener de su vida sexual y se da cuenta de que no quiere tener una como la del resto de la gente”, afirma Lynn.

“Esa es mi verdadera enseñanza, que tú escribes el guión de tu vida y deberías hacer lo que sea que te haga feliz”.

¿Cómo se trata?

Las estadísticas sobre cuántas mujeres padecen vaginismo no son del todo fiables aunque una estimación del Centro de Sexualidad Femenina de la ciudad de Nueva York estima que podrían verse afectadas 2 de cada 1.000 mujeres. Pero no es fácil dar con una cifra concreta.

“Es difícil determinar cuántas mujeres lo sufren porque la mayoría de mujeres que tienen problemas sexuales simplemente no hablan de ello”, asegura la doctora Vanessa Mackay.

Pero el vaginismo no debe confundirse con un simple dolor vaginal.

“El vaginismo es diferente al dolor solo durante el sexo porque es una reacción automática del cuerpo la que lo causa”, explica Mackay, ginecóloga que asesora en el Hospital Universitario Queen Elizabeth de Glasgow (Reino Unido).

El vaginismo no tiene solo una componente física, sino también mental: el miedo a la penetración.

Un asesoramiento psicológico-sexual suele ser lo más adecuado, asegura la doctora: “Es una especie de terapia en la que se conversa y se ayuda a la paciente a comprender y cambiar los que siente hacia su propio cuerpo”.

“Las técnicas de relajación para a aprender a relajar sus músculos vaginales suelen ser beneficiosas. También los ejercicios de suelo pélvico acostumbran usarse en tratamientos para el vaginismo”.

“También prescribimos dilatadores vaginales, son objetos lisos con forma de tampón que vienen en diferente grosor y que te hacen acostumbrarte a tener algo dentro de tu vagina”.

Los dilatadores han probado ser efectivos en el caso de Teresa, de 23 años, quien también tiene vaginismo y dice que después de ser diagnosticada le ofrecieron una variedad de técnicas para tratar su condición.

“Un psicólogo me sugirió que probara la hipnosis y en un momento en el creía que mi problema no tenía solución lo intenté, pero no funcionó. Es cierto que soy una persona un poco escéptica así que durante las sesiones siempre me decía ‘esto no está funcionando'”, confiesa Teresa, que ha preferido no revelar su apellido.

“Lo que sí me funcionó fueron los dilatadores graduados, con ellos simplemente aprendes a relajarte mientras los usas”.

“Hoy en día me siento mucho mejor, no me preocupo todos los días por lo mismo. Me siento tranquila y feliz. Al principio es difícil, pero estoy segura de que una vez se encuentra el tratamiento que mejor te funciona, el resto es mucho más fácil”.