Como si fuera temporada de caza, brota en Ciudad Caótica una manada de depredadores infantiles.
Todos incrustados en las guarderías, ahí donde se encuentran sus presas más vulnerables.
Nos encontramos ante una oleada de desgraciados y desgraciadas, que encuentran en su “trabajo”, abrevadero para su perversión.
¡Pederastas!
Hasta el momento hay en Ciudad Caótica, 71 carpetas recientes de investigación contra supuestos agresores en guarderías del ISSSTE y Seguro Social.
Hechos sin precedentes.
La pederastia, definida como abuso sexual hacia menores, es considerada una perversión en términos psicológicos y legales.
Este acto implica una violación de los derechos fundamentales de los menores y es categóricamente condenado en la mayoría de las sociedades modernas.
Desde una perspectiva psicológica, se analiza como una conducta que refleja desequilibrios emocionales y patrones de comportamiento dañinos.
Es importante destacar que la pederastia no solo es un delito, sino también una forma de abuso que tiene consecuencias devastadoras para las víctimas.
Las investigaciones buscan entender las motivaciones detrás de estos actos para prevenirlos y proteger a los menores.
¿Qué motiva al pederasta a atacar?
Las motivaciones detrás de los pederastas son complejas y multifactoriales, y suelen estar relacionadas con desequilibrios psicológicos, patrones de abuso y dinámicas de poder.
Según estudios psicológicos, algunos pederastas presentan trastornos de personalidad, como el narcisismo patológico o el trastorno antisocial, que pueden influir en su comportamiento.
Otros factores incluyen experiencias de abuso en la infancia, aislamiento social y una incapacidad para establecer relaciones saludables con adultos.
Además, algunos pederastas justifican sus acciones mediante racionalizaciones, como creer que están “cuidando” o “amando” a sus víctimas, lo cual es una forma de manipulación psicológica.
¿Dónde residen estas lacras?
Generalmente el pederasta es un pariente cercano de la víctima.
Puede ser un tío, primo, o hasta el mismísimo padre biológico.
Y qué decir de los tipos que cohabitan con madres solteras y esperan el momento adecuado para atacar a los indefensos niños y niñas.
Estudios recientes sobre este comportamiento vil, nos indican que en muchas ocasiones el pederasta siente remordimiento por su inclinación y resiste al máximo su impulso depredador.
Pero cuando el pederasta se resiste a causar daño entre los niños y niñas de su familia, se refugia en instituciones como escuelas, iglesias, guarderías para dar rienda suelta a su desvío, contra pequeños desconocidos.
Tengo algunos apuntes que quizás les resulten interesantes.
El impulso depredador tuvo en algún tiempo justificación.
La pederastia, entendida históricamente como relaciones entre adultos y jóvenes, tiene raíces en diversas culturas antiguas, como la Grecia clásica.
En ese contexto, se consideraba una práctica educativa y socialmente aceptada, donde un hombre adulto (erastés) actuaba como mentor y amante de un joven (erómenos).
Este vínculo buscaba preparar al joven para la vida adulta, transmitiéndole valores y conocimientos.
Sin embargo, es crucial entender estas prácticas dentro de su marco histórico y cultural, ya que reflejan dinámicas de poder y jerarquías de edad que hoy serían vistas como problemáticas.
Hay innumerables situaciones sobre el particular, que nos erizan los pelos.
Como las costumbres indígenas. Los tzotziles y tzeltales.
Casan a los hijos a los 12 años, o incluso, venden a las hijas a los 9 o 10 años de edad.
Gary Jennings, en su libro AZTECA, narra como desde tiempos prehispánicos, el uso de menores para sus placeres era concedido a personajes de linaje entre los tarascos.
En la actualidad, la pederastia es ilegal y condenada en la mayoría de los países, debido a su impacto negativo en el bienestar físico y emocional de los menores.
La influencia histórica de prácticas como la pederastia en las relaciones intergeneracionales modernas es compleja y multifacética.
Aunque estas prácticas han sido condenadas y rechazadas en la mayoría de las sociedades contemporáneas, su existencia en el pasado ha dejado huellas en cómo se perciben las dinámicas de poder y las jerarquías de edad.
Por un lado, han contribuido a debates sobre la importancia de establecer límites claros y éticos en las relaciones entre generaciones.
Por otro, han llevado a un mayor énfasis en la protección de los derechos de los menores y en la promoción de relaciones basadas en el respeto mutuo y la igualdad.
Sin embargo, hay una extraña tendencia mundial, de justificar o normalizar la sexualidad temprana en ciertos contextos.
Esto puede estar relacionado con debates sobre educación sexual, desarrollo psicológico, o incluso influencias culturales y sociales.
En algunos casos, se habla de “sexualización precoz” o “normalización de la sexualidad infantil,” aunque el término exacto puede variar según el enfoque del tema.
Claro, la sexualización precoz o hipersexualización se refiere a la exposición temprana de niños y adolescentes a comportamientos, imágenes o roles sexualizados que no son apropiados para su edad.
Esto puede ser impulsado por medios de comunicación, publicidad, partidos políticos, o incluso entornos sociales que promueven estándares irreales de belleza y comportamiento.
Desde una perspectiva educativa y psicológica, es crucial abordar este tema para proteger el desarrollo emocional y cognitivo de los menores.
El tema es por demás controversial.
No sé que opine usted, estimado lector de Cartapacio, sin embargo, la impresión que nos producen estas noticias, es de repudio total.
Dan ganas de matar a estos criminales.
En un arranque de exaltación uno de los regidores del ayuntamiento juarense, propuso al cabildo presentar un exhorto al Congreso estatal para endurecer las penas por abuso sexual, en la que sugieren la castración química del victimario.
El exhorto fue enviado, y la jugada está en la cancha del Congreso.
Particularmente, pienso que nada va a pasar.
Probablemente en estos recientes casos, si acaso se logran fincar responsabilidades en su contra, se aplicarán las penas que marca el código penal y ya, al cajón del olvido.
Si fuéramos una sociedad inteligente, haríamos un ejercicio simple de prospectiva estratégica.
En lugares donde los menores están más expuestos como en las guarderías, kinder, primarias y hasta secundarias, podríamos someter al personal de mayor cercanía o contacto con los niños, a exámenes de confianza para detectar con preguntas clave su probable tendencia predatoria.
O usted qué piensa.
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