Tengo años escuchando el clamor popular de que la sociedad civil, un día, pueda organizarse y empoderar a los más nobles ciudadanos.
Llevar al poder a la prosapia de La Aldea.
Los más justos, los más honestos, los honorables del pueblo.
Los hombres y mujeres que verdaderamente aman su ciudad y que sufren silenciosos la ambición y la codicia de los políticos.
Hemos dejado en sus manos la conducción política del pueblo y las cuentas siempre nos salen chatas.
Cada uno de nosotros se dedica a lo suyo. Y dejamos que los políticos hagan ese trabajo que no sabemos hacer.
Pero ¿Realmente no lo sabemos hacer?
Lo que pasa es que hay una pereza colosal para involucrarnos en la construcción de una plataforma eficaz que nos conforme como una sociedad civil organizada.
La pereza es proporcionalmente igual a la dimensión del problema.
Organizarnos implica primero entresacar a los hombres y mujeres de la aldea que tengan interés por crear una plataforma ciudadana.
Un punto de apoyo social.
Para luego, en la medida de sus posibilidades, atraer a otros y conversar sobre el cómo hacer las cosas para que funcionen.
Ya hubo un ejercicio anterior, se llamó PLAN ESTRATÉGICO DE JUAREZ, pero quedó adormecido en el sueño de los justos.
Es más fácil crear otro modelo que revivirlo.
Otra vez, procurar reconocernos entre nosotros. Dimensionar de qué somos capaces, y finalmentente instrumentar acciones.
Francamente, la veo difícil.
Y menos en estas fechas de fiestas navideñas.
Nos escribimos el año que entra para seguir esta conversación.
Como por el día tres de febrero. Luego de los tamales de la Virgen de la Candelaria.
¿Va?
CARTAPACIO
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