Popilo a pesar de tener solo tres años, posee una personalidad arrolladora.
Es simpático y muy cura, (expresión fronteriza que significa curioso)
Pudo haberse llamado Covidio, porque fue concebido durante la obligada encerrona del 2020.
Pudo haberse llamado Tránsito, porque nació a bordo del auto familiar en el trayecto de casa rumbo a la maternidad.
Es el menor de todos sus hermanos.
Hijo de comunicadora y mercadólogo, nacido en territorio turbulento, donde su entorno social es mundialmente conocido como… CIUDAD CAÓTICA.
Popilo es adorable y carismático. Se sabe encantador y por consiguiente es deliciosamente manipulador.
A cada paso que da, absorbe conocimiento.
Es aterradoramente inteligente.
Nos encontramos ante un prototipo de lo que en pocos años será la generación IA.
De manera natural, su cerebro, acumula asombrosamente conocimiento y experiencia del entorno, pero lo sorprendente es que percibe una realidad latente que nosotros, los que vamos de salida, no alcanzamos a palpar.
Transfiere su vivencia al cerebro, de manera automática y la procesa a una velocidad increíble hasta almacenarla en un cajón al que burdamente haré el comparativo con lo que conocemos como memoria corporal, memoria motora.
Y así vivirá siempre.
Con la capacidad de reciclar lo que ve, escucha, y palpa; que le servirá para moverse al ritmo de la vorágine que nos acecha.
No sé si todos los niños de la edad de Popilo tengan esa capacidad de codificar el entorno y transformarlo en movimiento y acción inmediata.
Pero será uno de los domadores de la Inteligencia Artificial.
Nuestra obligación es detectarlos, y facilitarles todo el conocimiento a nuestro alcance.
Quizás los ‘popilos’ puedan salvar a la humanidad.
De hecho, se llama Porfirio, pero será reconocido por la historia como Popilo.
Ni modo.
CARTAPACIO
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