Cinco negocios incendiados. Una persona herida. Cientos de sueños calcinados. Así amaneció el Centro de Ciudad Juárez hace unos días, luego de que grupos criminales decidieran prenderle fuego —literalmente— a la paz de una ciudad que ya ha vivido lo suficiente como para no volver a estos capítulos. Todo por una negativa: la de los dueños a pagar las cuotas de extorsión.
Es imposible no sentir rabia. Porque estos ataques no son solo contra los comercios, son contra toda una comunidad. Contra quienes trabajan desde temprano para abrir una tienda, contra quien barre las banquetas al amanecer, contra quien se esfuerza por salir adelante en una ciudad que ha sido resiliente una y otra vez.
Pero no podemos permitir que esa resiliencia se convierta en resignación.
Juárez no puede volver a tolerar el cobro de piso, las amenazas, los secuestros disfrazados de “avisos”, la cobardía de quien no produce, pero sí destruye. Ya sabemos cómo se vive bajo la sombra del crimen organizado: se vive con miedo, se vive encerrado, se vive con coraje acumulado. Y eso no es vivir.
Hoy no basta con exigir resultados al gobierno, aunque es urgente que los haya. También tenemos que volvernos comunidad. Empresarios, trabajadores, ciudadanía y autoridades: todos. La violencia no se combate solo con patrullas, sino también con organización, con vigilancia mutua, con denuncias que se acompañen, con redes de apoyo reales. No puede haber neutralidad cuando la ciudad está en llamas. Callarse es ser cómplice.
Y claro que el gobierno tiene que responder. De nada sirven los discursos si el Centro Histórico arde. De nada sirve presumir índices si los comerciantes tienen que cerrar antes del anochecer por miedo. Se requiere una estrategia firme, coordinada, inteligente… pero, sobre todo, urgente.
El Papel de un Gobierno que No Puede Fallar
Las autoridades tienen tres tareas urgentes:
Inteligencia preventiva: Rastrear llamadas y movimientos financieros sospechosos (las extorsiones suelen dejar huellas digitales).
Patrullaje estratégico: No basta con operativos esporádicos; el centro necesita presencia permanente.
Protección a testigos: Sin garantías, nadie hablará.
Pero también los empresarios y líderes sociales deben actuar:
No normalizar el “costo de hacer negocios”: Pagar cuotas es financiar al enemigo.
Invertir en seguridad colectiva: Cámaras, alarmas comunitarias y rondines pagados entre varios.
Juárez no puede darse el lujo de repetir su historia. Estos incendios no son solo ataques a tiendas: son pruebas de cuánto hemos aprendido. Si hoy permitimos que un puñado de delincuentes vuelva a dictar reglas, mañana no habrá negocio, colonia o familia a salvo.
Porque esta ciudad ya peleó demasiado como para volver a ser rehenes. Porque si dejamos que las extorsiones vuelvan, se nos va no solo la tranquilidad, sino el derecho mismo a vivir en libertad. Y eso no se negocia.
Juárez no se arrodilla. Y no lo va a hacer ahora.
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