Picasso, un depresivo crónico

El artista español Pablo (Ruiz) Picasso –quien fuera el pintor más importante del siglo XX, y que dejara la obra pictórica más voluminosa de la historia de la humanidad- era un depresivo crónico, que dejaba desbordar su enorme capacidad mental en la creatividad estética, que dirigida en otro sentido hubiese podido convertirlo en un científico formidable.

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Según el psicoanalista Alfonso Sánchez Medina (quien ejerce en Bogotá, pero cuyas raíces provienen de Boyacá) el maestro malagueño tuvo su fecunda y larga vida marcada por una serie de duelos que influyeron enormemente en su talento artístico. Este mago español del pincel por escasos segundos no comenzó su vida como mortinato. El parto de su madre fue complicado, por lo que el recién nacido no respiró, presentó marcada hipotonía muscular y cianosis severa, y la partera decidió dejarlo de lado en el convencimiento de que el niño estaba muerto.

En tiempos modernos –cuando habríamos dicho que su puntaje Apgar al nacer pudiese haber estado en tres sobre diez, calificación que conlleva un pronóstico de vida y de desarrollo intelectual paupérrimo- se salvó gracias a que su tío, el médico Ruiz Blasco (quien entraba en escena en ese preciso momento) le echó una andanada de humo de su cigarro al infante, con lo que este reaccionó. A este traumatismo vital temprano siguió la muerte de una hermanita menor a quien adoraba- y por cuya vida ofreció a Dios no pintar nunca más- episodio que lo convirtió en ateo irredento a partir de ese momento.

Los creyentes más bien pensamos que el Creador permitió la prematura muerte del bebé precisamente para que la humanidad pudiese heredar la magnificencia de la obra del pintor andaluz. Un segundo evento fue el tremendo terremoto que asoló Málaga, que los dejó sin casa y del que Picasso recuerda a su madre que se echó un chal por encima y a su padre –pintor también pero sin demasiados talentos, y profesor de historia del arte- que los llevó a casa de un tío que les dio posada en semejante trance.

Esa prenda materna –el chal- hará parte de muchas de sus pinturas. Su padre (quien le diera sus tintas y pinceles) es una figura equívoca en la vida del maestro, tanto que –después de descubiertas tempranamente sus dotes artísticas- el maestro deja de firmar los lienzos como Ruiz Picasso, para dejar exclusivamente el apellido materno que se inmortalizaría. Hay un cuadro en el que su padre parece entregarle en un abrazo sus pinceles, y muchos otros (particularmente algunos skechts en los que aparece su padre y también el pintor inicialmente –tal el caso de la famosa tela Las señoritas de Aviñón- para luego desaparecer ambos en la pintura final, por decisión del artista. Alguna vez diría: el que quiera incursionar en el arte, debe matar al padre (¿acaso sería acucioso lector de Kafka?).

Picasso pintó de manera desaforada durante su vida que se prolongó por noventa y tres años. Sus óleos dejan entrever algunos mecanismos de defensa del yo –entre ellos el de la proyección- que utilizó inconscientemente el maestro. Tuvo varias esposas (un par de ellas y uno de sus hijos se suicidaron después de su muerte) y numerosas amantes. En un principio se relacionó con prostitutas y tuvo amigos muy cercanos (entre ellos Casagemas, romántico enamorado aunque impotente, quien se suicidaría tempranamente y llegaría algún espacio en las pinturas del maestro.

Se obsesionaba con el sexo (aunque de corta estatura y escasa belleza física, era de atrayente personalidad) y llegó a decir: si no pinto, me divierto, y si no, enloquezco. Es decir, debía pintar compulsivamente, pero si no lo hacía, debía involucrarse en encuentros sexuales frecuentes. Aunque tuvo mujeres sin cuento (una de ellas, la Gilot, al dejarlo casó con Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la poliomielitis), se deja entrever alguna bisexualidad en el maestro. En el ocaso de su vida decía: Moriré, sin haber amado a nadie.
El toreo, la sangre, la espada del torero, la guerra como invento de los hombres –en la que mujeres y niños sufren- es tema recurrente en sus lienzos y bocetos. Aunque parezca chocante su pintura (como le ocurría al psicoanalista Sánchez Medina en un comienzo), el erotismo distorsionado, proveniente de fantasías (o inconsciente) del genio artístico, influye en muchas de sus obras.

Destaca lo que le gusta de la mujer, ojos impactantes, enormes senos, vagina dentada, lengua como puñal, erotismo oral. Mujeres, esposas, amantes, madre, tías, son modelo repetitivo de sus cuadros. Al pintarlo, trataba de ejecutar una idea consciente, que al intentar pasar del cerebro al pincel sostenido por su privilegiada mano, tomaba sendas inesperadas en virtud de su extraordinaria fuerza fantasiosa. Contemporáneo de Freud, alguna vez dijo que se limitaba a pintar pues otros se encargarían de interpretar lo que dibujaba. Cuando supo del bombardeo germano-italiano de Guernica (en el país vasco), se traslado allí por una semana para ejecutar su obra maestra (de cuyos bocetos liminares también desaparece el padre), gigante cuadro en blanco y negro que incluye necesariamente una madre que da alaridos al cielo con su niño muerto en brazos, el caballo que también se ve en sus plazas de toros, un astado también por supuesto, y la angustia enorme del pintor ante la masacre.

Magistralmente trágica es la descripción de las acciones mutilantes del enemigo sobre hombres y mujeres. Picasso –de ideas izquierdistas- impresionó con el cuadro al embajador fascista de Hitler en París quien le dijo: ¿es obra suya? No, dijo don Pablo aparentando frialdad: es (obra) suya.

Quien viera sus bocetos toreros infanto-juveniles, su clásica Primera Comunión (de estilo tradicional), no podría haber imaginado la evolución del arte de este español: de los cuadros influenciados por Lautrec en base a figuras humanas de los cafés parisinos, a la trágica y tierna penumbra azul; la fase rosa con sus arlequines y saltimbanquis y la influencia africana a la revolución cubista (de donde data su famoso lienzo Las Señoritas de Aviñón). O del cubismo analítico al sintético y al collage, Picasso vivió la bohemia, la política, la familia, la guerra y la cultura; despreciaba a los pintores, caso omiso de Mattise y quizá de Cezanne y de Braque (se inició en el impresionismo). Fue amigo de Cocteau, Sastre, Beauvoir, Apollinaire, Buñuel, anti-franquista frontal, surrealista convencido. Picasso –el de las obsesiones fálicas- Picasso el de los traumas infantiles- Picasso el prolífico de los pinceles por miles, los lienzos por kilómetros y los ríos de tinta, es a los psicoanalistas lo que el corcel al jinete, lo que el océano al marino, lo que los aires al aviador: el sueño realizado.