FAMA PRECOZ, INFANCIA PERDIDA

P’S CADA QUIEN Por Sonia Espino

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Hace algunos días vi una serie que me inspiró a escribir esta columna. Es tan común ver niños influencers que ya tenemos completamente normalizada esta actividad, pero… ¿realmente nos hemos preguntado qué hay detrás de todo esto?

Lo que empezó como un hobby se volvió la oportunidad de generar un ingreso extra, que al final terminó convirtiéndose en el principal —o peor aún— en el único sustento familiar.

La gran mayoría de los tutores de estos niños son bien listillos y aplican la de “el que parte y reparte…”. Pero si profundizamos en este fenómeno, nos daríamos cuenta de que de esa “fama” se desprenden un sinnúmero de conflictos para los menores: son crudamente expuestos a críticas, presión por seguidores o likes, acoso, y largas horas de trabajo sin descanso, lo que sin duda puede desencadenar graves riesgos para su salud mental.

En México no existe una legislación específica que regule la participación de menores como creadores de contenido. Su cuidado, sus ganancias y su exposición quedan al criterio de sus tutores. El contrato comercial está a nombre del padre o la madre, lo que facilita aún más que el niño quede desprotegido.

Esta actividad debe considerarse como una forma de trabajo infantil que tiene que ser remunerada de forma justa, regulada y vigilada, para evitar que se convierta en explotación. Pero… ¿quién supervisa a estos padres? ¿Quién regula los horarios de trabajo de sus hijos?

Ya deberían existir leyes que exijan algún tipo de fondo o que un porcentaje de las ganancias vaya destinado a una cuenta exclusiva del menor, que solo pueda usarse cuando cumpla la mayoría de edad. Además, se deben supervisar los horarios y asegurarse de que el contenido donde aparecen sea acorde a su edad. Por supuesto, el acompañamiento en salud mental debe ser obligatorio.

Si nos echamos un clavado en cualquier red social, veremos montones de testimonios de famosos contando cómo, desde niños, sufrieron ansiedad debido a tanta presión, mientras sus padres disfrutaban de sus ganancias. Y el daño que eso les representó —y aún representa— en su desarrollo emocional es cabrón.

En algunos países ya se están tomando medidas con leyes que regulan este tipo de trabajos. Mientras tanto, en México nadie voltea hacia ese lado. Ni se habla, ni se discute el tema en el Senado.

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar algunos padres con tal de vivir a expensas de sus hijos? Mientras la CNDH brilla por su ausencia, confirmando una vez más que sirve para dos cosas: para nada y para nada, parece que se les olvidó que también deben promover y proteger los derechos de la niñez.

Normalizar la fama infantil sin protección es una forma de abandono… pero con un filtro bonito.

“Lo que se les roba a los niños, no se recupera jamás” (Proverbio africano)

Pero… p’s cada quien

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